Macabra y cínica la forma como el Eln se prepara para la entrada en vigencia del cese al fuego bilateral con el estado. Secuestros, artefactos explosivos, asesinatos de policías y hostigamientos a la población civil. Es la perversa lógica de siempre, cada vez que los grupos armados ilegales se sientan en una mesa de negociación: aumentar su violencia indiscriminada para posicionarse en las conversaciones. El Eln olvida que la sociedad colombiana no es la misma de hace 20 años y hay una ciudadanía cada vez más activa, que rechaza todo tipo de violencia y se indigna con actos como el secuestro de la sargento y sus hijos o el asesinato a mansalva de nuestros policías. De esta manera los ‘elenos’ no demuestran su poderío militar, sino su profunda desconexión con la población en los territorios que dicen representar. Esta guerrilla deberá demostrar con hechos durante los 180 días de tregua pactados, que realmente están comprometidos con la posibilidad de la paz y reconciliación entre los colombianos. El problema sigue siendo que aún hay sectores del ELN que creen en la violencia como método para defender sus ideas y no están dispuestos a renunciar a ella.
En el caso del Norte de Santander el cese bilateral y temporal del fuego es, sin duda, una buena noticia. En nuestro departamento, como en todo el país, el Eln ha tenido en los últimos 5 años un crecimiento exponencial con nuevos reclutamientos y el resurgimiento de viejas estructuras, incluso de milicias en Cúcuta que habían desaparecido hace años. Es triste que las autoridades hayan permitido su avance. El cese al fuego decretado debe contar con una especial vigilancia, monitoreo y control en la región, especialmente en el Catatumbo. Si se cumple a cabalidad traerá tranquilidad a esta zona en la que los violentos pretenden hacernos regresar a la década de los 90s, cuando su accionar criminal dejó miles de víctimas.
El cese al fuego anunciado por el gobierno y el Eln no se puede quedar ahí en el caso del Norte de Santander. Es una gran oportunidad para ir más allá y que las autoridades regionales lideren la posibilidad de construir una tregua con todos los actores armados que delinquen en el Catatumbo, es decir, que incluya a las disidencias de las Farc, el clan del golfo y las demás bandas criminales. Que se pueda acordar en este territorio el primer cese al fuego regional y multilateral. Propongamos al gobierno nacional que escoja el Catatumbo como el escenario de un ambicioso plan piloto en el que se garantice que todas las organizaciones armadas ilegales detengan su accionar criminal, con una robusta y estricta verificación internacional, social y de la iglesia. Al mismo tiempo, ese cese del fuego debería implicar el compromiso del Estado de suspender sus acciones ofensivas y dar un impulso definitivo a la rezagada implementación de los acuerdos de paz en la región, que comience por la inversión que no llega a los municipios PEDTS, la sustitución social de cultivos ilícitos y la reforma rural integral. Consolidar una intervención integral en el territorio.
Para romper el círculo vicioso de violencia, pobreza y exclusión que nos afecta hay que ser audaces y salir del letargo en el que nos encontramos. En los últimos 5 años el departamento perdió la tranquilidad que habíamos recuperado tras la firma del acuerdo de paz y ahora se requieren liderazgos fuertes y comprometidos para recuperarnos. No es sentándonos a esperar que el Gobierno nacional anuncie más soldados y policías como se va superar la dura crisis. Se requiere más que nunca el liderazgo de las autoridades territoriales, que lamentablemente brillaron por su ausencia en el último cuatrienio. Y hasta el momento, cuando la campaña apenas calienta motores, nada hemos escuchado sobre estos temas de los aún precandidatos a las elecciones de octubre. Ojalá surjan las propuestas y se promuevan con seriedad debates públicos sobre el futuro del departamento, y no que se dediquen, como hasta ahora, a una denigrante competencia de mercados, fiestas y cemento. ¡Pilas candidatos!