Mientras el mundo se debate estupefacto, ante los horrendos sucesos que han ocurrido y siguen ocurriendo como consecuencia de la invasión de Rusia a Ucrania, y por los crímenes y abusos cometidos contra la población civil, y de entre ella especialmente con las mujeres y niños, en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que forma parte de las Naciones Unidas, ubicada en La Haya, Holanda se llevaban adelante las instancias y alegatos judiciales que se contemplan en este tipo de juicios internacionales cuyo propósito es dirimir las discrepancias entre los países que le reconocen jurisdicción a este Tribunal. En este caso, entre Bolivia y Chile, países que comparten más de 900 kmts. de frontera en la Cordillera de los Andes, por la pertenencia y uso de las aguas del Rio Silala.
Aunque parezca de poca monta esta situación si se la compara con tantos problemas con los que se enfrenta la humanidad, particularmente los mas pobres del universo como ser el encarecimiento de los alimentos, el cambio climático y sus daños colaterales, la persistente y pareciera endógena sordera del mundo desarrollado para prestar atención a los problemas del resto de países, los millones de migrantes que en todos los continentes buscan refugio político o mejores condiciones de vida, hacen que esta disputa entre dos países sudamericanos, subcontinente de paz que no conoce de guerras desde la década del 40 del siglo pasado, haya transcurrido de manera inadvertida.
En 1879 y hasta 1883, hace ya 140 años, Chile se enfrentó a la alianza formada por Perú y Bolivia en lo que se conoce como la Guerra del Pacífico. En ella, además de las aproximadas 15.000 víctimas fatales, Perú perdió el territorio de Tarapacá y Antofagasta y Bolivia su acceso al Océano Pacífico.
A partir de allí, y hasta enero de 2014 en que la CIJ zanjara el incordio del límite marítimo entre Chile y Perú, dichos países tuvieron relaciones variadas, y con Bolivia por decisión de dicho país no existen relaciones diplomáticas desde 1978, cuestión que el presidente Boric intentó revertir cuando invitara a su homólogo a reanudarlas, encontrándose con una negativa de este mientras perdure la mediterraneidad de su país. Ello, es un absurdo pues la propia CIJ en 2018 zanjó el asunto cuando dictaminó que Chile no tiene obligación de negociar una salida soberana de Bolivia al mar. De otra parte, Chile ha solucionado tal problema otorgándole a Bolivia preferencias que ni los chilenos tienen para que usen los puertos de Arica y Antofagasta, cuestión que así ocurre pues más del 70% del comercio boliviano se lo hace por dichos puertos.
El caso actual es por la disputa de si las aguas que emergen naturalmente de diversos manantiales en Bolivia y que escurren por gravedad hacia Chile, forman un río o no, cuestión que Chile argumentaba y que, de serlo según Bolivia, lo sería porque Chile encauzó el curso natural de las aguas construyendo obras para conseguirlo. Para mejor comprensión, estamos hablando de un río internacional en una geografía muy inhóspita y cien por ciento desértica, lo cuál le otorga un valor e importancia muy especial.
La etapa procesal de la réplicas y dúplicas, en las que cada país a contado con el mismo tiempo y facilidades finalizó. Ahora los jueces de la Corte se toman su tiempo para analizar los argumentos presentados por cada parte -que puede ser meses o incluso más de un año- para dar a conocer su dictamen, mismo que debe ser acatado y que no admite otras instancias. Luego de ello, solo queda que Santiago y La Paz se entiendan de la mejor manera y así sus pueblos se beneficien de una relación que no hará sino mejorar a los habitantes de ambos lados de la frontera.