Desde hace algunas décadas, China venía cumpliendo la función de “locomotora” de gran parte de la economía mundial, lo que hacía suponer que ayudaría a la recuperación de la crisis ocasionada por la pandemia del COVID-19. Desafortunadamente, los más recientes antecedentes de la economía China, indican que ello no será así, debido a una grave crisis inmobiliaria que ocasionará que el gigante asiático crezca este año a tasas mucho más bajas que las obtenidas en los últimos años.
De conformidad con datos recientes del Banco Mundial, la economía del país más poblado del orbe crecería este año un 2,8%, cifra sustancialmente menor al 5,3% que en promedio lo hará Asia, lo cual no ocurría desde 1990, debiendo agregarse para comparar que el 2001 cerró su economía con un crecimiento del PIB del 8,1%, de suerte que la caída es pronunciada.
Ello nos lleva a preguntarnos qué ocurrió para que el admirable crecimiento de la economía China sufriera este brusco frenazo. Ya dijimos que se generó una crisis inmobiliaria, a lo que se suma que el yuan (su moneda) ha tenido la caída más pronunciada en su valor en relación con el dólar de los últimos catorce años, al llegarse a tasar en 7,2 por dólar tras el aumento reciente de la tasa de interés en EE.UU. De otra parte, la producción industrial tuvo una caída de un 2,9% en el primer semestre del presente año.
Tras estas malas cifras, que en cualquier país latinoamericano no generarían extrañeza, están las muy estrictas políticas de confinamiento decretadas por Beijing para combatir los brotes de la contagiosa variante ómicron del coronavirus, que llevaron a que -por ejemplo- la ciudad de Shanghai, el centro financiero más importante de China debiera paralizarse por meses, afectándose muy fuertemente la economía local.
A los efectos descritos del confinamiento, vino a sumarse la ya mencionada crisis inmobiliaria, que en opinión del Banco Mundial se produjo al reventarse la “burbuja” que permitió un importante crecimiento de las empresas de esta área por décadas, llevando a que el sector inmobiliario aportara un 25% del PIB de China.
Ocurre, al igual que en algunos países de occidente, que las autoridades se vieron obligadas a tomar medidas para atajar el desbordado problema del endeudamiento de múltiples empresas inmobiliarias, con disposiciones que endurecieron las condiciones de acceso al crédito, lo que desencadenó una ola de suspensión de pagos de estas empresas, limitando de paso sus capacidades para que las obras en ejecución pudieran terminarse y para que pudieran iniciarse nuevas. Las cifras de las ventas inmobiliarias de agosto muestran una caída de un 32,9% previéndose que esta crisis se prolongara por uno o dos años más.
Los analistas coinciden en que el gobierno chino no vio o no quiso ver la burbuja que se estaba creando, con precios de propiedades que no paraban de subir más por especulación de precios que por demanda, acompañado ello con empresas que se sostenían en base a préstamos que al final de cuentas no podían pagar.
¿Porque actuaron así las autoridades de Beijing?, muy probablemente porque su “desarrollo y crecimiento económico” se apoyaba muy fuertemente en la industria inmobiliaria. Debiendo concluirse que no supieron conjugar, lo explosivo y muy perjudicial que sería actuar al mismo tiempo en el frente descrito y en el del confinamiento para combatir la expansión del COVID, porque si ya arrastras una crisis en uno de tus sectores más importantes, no puedes paralizar casi por completo a tu principal centro financiero. Por ello, podemos concluir que el 2023, será un duro año para la economía china con fuertes repercusiones en el resto del mundo.