Amables lectores: Se dice que nada hay oculto bajo el sol porque siempre la verdad prevalece. No obstante, una de las conductas negativas que más se practica en nuestro país es el “Cinismo”, es decir, el feo hábito de mentir con descaro.
Mentir es fingir, inducir a error mediante engaño o romper un pacto, y esta malsana costumbre es muy común en todos los estratos sociales, más aún en la clase política y funcionarios públicos.
Estos no escatiman escenario alguno ni medio de comunicación para salir a propalar sus “mentiras” quizás porque creen que el resto de colombianos somos tontos o excesivamente ingenuos.
Resulta incomprensible que una gran parte de la población que los conoce como mentirosos y timadores les otorgue nuevamente en época electoral su voto de confianza olvidando sus conductas corruptas y repulsivas.
No se sabe quién peca más si el que peca por la paga o el que paga por pecar, porque muchos cambian su voto por láminas de zinc, cemento, billete corrido o hasta por un plato de sancocho y olvidan que se frena el desarrollo regional, la salud, educación y oportunidades de trabajo.
Frecuentemente oímos en la radio diversas pautas publicitarias autoelogiando una mediocre administración pública como la de Bogotá Humana: con delincuencia desbordada, violaciones y atracos en el transporte público, caos vehicular y odas al ego del señor alcalde cuando frena con su populismo la inversión pública. Se miente con descaro afirmando lo contrario a la evidencia.
Igual ocurre en la Cúcuta de las 20 mil viviendas fallidas y ofrecidas por el señor Alcalde en su campaña política y ahora publicitadas como reales 26 mil soluciones habitacionales. ¡Qué maravilla parece que la consigna es mentir y mentir!
El mal ejemplo empieza desde el ejecutivo central hacia abajo. No hemos olvidado al Presidente Santos, cuando afirmó: “El tal Paro Agrario no existe”. La evidencia en las carreteras reveló con creces la crisis del sector.
Hemos escuchado las múltiples mentiras de los Nule, los Moreno, los concejales, ingenieros, contralor distrital y otros implicados en el cartel de la contratación en Bogotá.
Las afirmaciones de inocencia dadas por los vivarachos de Interbolsa que se “robaron” descaradamente los ahorros de muchas familias que hoy no tienen recursos para afrontar su vejez.
Oímos mentir a la fila de falsos testigos en el caso Colmenares, todavía sin resolver o que tal los “falsos positivos” donde por arte de magia de un “camuflado” convertimos a muchachos citadinos “con algún retraso mental” en furiosos combatientes caídos en enfrentamientos”. El listado de mentirosos es indeterminado e imposible de registrar en una columna de opinión.
Mienten con cinismo los grupos insurgentes cuando afirman no tener secuestrados, ni que son traficantes, ni tienen menores reclutados en sus filas. Los partidos políticos forman parte de este gran grupo de mentirosos cuando aseguran que no darán su aval a los “corruptos” o personajes con antecedentes y al final vemos nuevamente a los mismos con las mismas.
Quizás la más descarada mentira, difundida en el pueblo colombiano en los últimos cuatro años en el embeleco de la paz; no solo nos cuesta enorme sacrificio económico, y una abrumadora cascada de impuestos, si no que día tras día vemos impotentes como continúa el derramamiento de sangre de inocentes víctimas. ¿De qué Paz hablamos?