Pasó la primera vuelta presidencial y los resultados se dieron, al parecer, como lo vaticinaban las encuestas. Llegaron a la segunda vuelta dos candidatos diferentes y por supuesto, la frase más trillada por estos días es: “Llegó el cambio, buscamos cosas distintas”, pero al final habría que revisar varios componentes y analizar que servirá de ruta para lograr lo que los colombianos queremos, salir adelante en cada una de las grandes problemáticas por las que atraviesa el país y sin más preámbulos, que el programa de gobierno propuesto por el presidente electo se convierta en realidad.
En primer lugar, se descarta la política tradicional a la que estábamos acostumbrados. De nada sirvieron las reuniones masivas por las regiones de Colombia, muchas de ellas encaminadas por el clientelismo de las grandes maquinarias; ya no son necesarias las sedes políticas, la repartición de pasteles, plata, contratos, transporte y otras prebendas frecuentes en la votación deseada. Se impuso nuevamente la manera de la política moderna y las redes sociales; nadie imaginaba que TikTok cobrara vigencia y las ideas cortas en 140 caracteres superaran los discursos demagógicos y carentes de soluciones reales para el país.
Por otro lado, se observa un electorado mucho más consciente de leer propuestas y agendas programáticas, y de revisar los sistemas económicos y políticos que se le quieren aplicar al país. Lo que si continúa es la agresión, ahora con mayor intensidad y con diatribas que son en su mayoría contradictorias, ya que las dos campañas que pasaron a segunda vuelta en algún momento del debate se acercaron y se mostraron afectuosas, hoy son contendoras y se atacan tratando de buscar los votos de los que no lograron pasar a la segunda vuelta presidencial.
El electorado demostró que definitivamente no quiere más continuismo, que se cansó de la corrupción, de las falsas promesas de más educación, más salud y más trabajo sin fundamento real y efectivo de cómo hacerlo. Las maquinarias aceitadas de burocracia deben decidir ahora cuál de las dos opciones tomar de frente o de manera solapada de acuerdo a los cálculos que hagan pensando ya en las elecciones regionales de Alcaldía, Gobernación, Cámara y Senado; se ahondan los radicalismos en los discursos e ideologías pero la meta es una: cómo se gobernará y quién lo hará siendo coherente con lo que profesa.
Colombia amaneció algo tranquila en su diario acontecer después de los comicios y con la responsabilidad de que debe elegir el próximo 19 de junio a quien comandará el país por los siguientes cuatro años.
Algunos ya tienen esa decisión lista. Acá no se puede hablar de adhesiones inmediatas porque las dos propuestas ya han manifestado que no recibirán a nadie a cambio de votos sino de ideas programáticas. Sea quien gane tiene varios retos inmediatos. El más importante, creo yo, es el de unir al electorado; ha sido mucho el odio y la violencia que se destiló durante más de un año, los ataques aumentaron las diferencias que ya se tenían. Debemos resolver cómo volver a ser uno solo en lo cultural y en lo político. Los problemas de la Nación son para ambos bandos; el desempleo, inseguridad, la corrupción, el narcotráfico, la inequidad, la falta de igualdad y de oportunidades, la lucha contra la burocracia clientelista y la migración, entre otros.
Los colombianos soñamos con un porvenir tranquilo y en paz, lleno de seguridad física e inversionista; un país más educado con cultura, donde tengamos derechos y deberes. Llegó el momento de trabajar para que Colombia deje atrás los indicadores negativos y nos volvamos tierra de prosperidad y oportunidades, al fin al cabo si el gobierno que llegue lo hace bien a todos nos va bien, pero debemos hacerlo en equipo.
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