Amables lectores: Repetitivamente en reuniones sociales y juntas directivas, oímos hablar de la corrupción con frases como: “deje así”, “ya se ha analizado hasta la saciedad este tema”, “históricamente ese karma ha existido en Colombia”. “Es una enfermedad mundial que no vale la pena seguirla discutiendo en nuestro país”. “En la década de los 60, se hicieron grandes capitales con el contrabando de café y no pasó nada”. Añaden, el mismo presidente Turbay decía: “debemos reducir la corrupción a sus justas proporciones”. “Cuales serían estas proporciones, ¿Odebrecht – Salupcoop- Reficar?”. Se ha llegado al abuso y grosería de afirmar con el uso del léxico agresivo de algunos colombianos al decir: “El tema de la corrupción nos tiene mamados”.
Es muy triste oír estos comentarios. La indiferencia y la tolerancia de una sociedad con el corrupto, no tiene explicación alguna. Nos llenamos de desesperanza al ver que los malos triunfan sobre la justicia y sobre la política ejercida honestamente, siendo acogidos con beneplácito por una sociedad sin compromiso, sin ética y con una doble moral al permitir que el dinero obtenido con picardías abra todas las puertas y garantice que no existirá sanción alguna.
Escribiendo lo anterior, vino a mi memoria que hace ya varios años la esposa de un empresario cuestionado por la justicia y radicado en esta ciudad, era la primera invitada a todo. “Tés canasta”, “despedida de soltera”, “matrimonio”, “bendición de argollas”, “primera Comunión”, “baby shower” y todas estas reuniones que eran organizadas por algunas señoras de dedo parado en la ciudad. Ante algunas críticas por este comportamiento, lo justificaban diciendo: “ustedes vieran los costosos regalos que envía esa señora a cada uno de esos eventos”. ¿Qué tal la doble moral de las señoras que la invitaban?
Esta indiferencia y falta de ética, ha dejado pasar actos tremendos de corrupción como el caso 8000, cuando en esos años se pudo realizar una verdadera reforma política que incluyera la financiación de los partidos con un estricto manejo de los dineros llegados a las campañas y así cortar de tajo la corrupción existente en esos aspectos, aprovechando la introducción de recursos “non santos” en ese proceso electoral. Pero no sucedió así: El país se dejó embaucar con explicaciones absurdas y elementales, como que estos aportes al 8000 no provenían del narcotráfico, más específicamente de los Rodríguez Orejuela, sino de la venta de varios cuadros de propiedad del exministro Botero y de unos tapetes muy finos que tenía este funcionario en su apartamento y se adicionó, con la gran mentira, que todo sucedió a espaldas del candidato Samper.
Se perdió la gran oportunidad de reforma y parece que aquí no pasó nada, porque los salpicados con ese episodio siguen gozando de los votos suficientes del pueblo y hoy son congresistas o representantes de Colombia en el exterior.
Confío que con las cifras que enumeraré a continuación, el ciudadano del común reaccione y diga: “No más corruptos, unámonos a la Fiscalía para castigarlos”. Esta entidad sabe quiénes son, cuanto han robado al Estado y que han adquirido con estos robos. Al año, los colombianos perdemos en manos de los corruptos 22 billones de pesos. Con este dinero, 20 millones de niños, que no existen en Colombia, podrían almorzar todos los días. El transporte público podría ser gratuito para 15 millones de colombianos. Los corruptos se roban 15 veces la utilidad operacional anual de Ecopetrol. 6 millones de jóvenes podrían estudiar gratis cursando una carrera universitaria. Se construirían 70 veces las casas que anualmente entrega el Estado. Se harían 44 carreteras con la misma distancia de Bogotá a la Costa en vías terciarias.
Este rápido análisis, utilizando la aritmética para Dumis, nos lleva a decir:” unámonos, no más corrupción ni tolerancia con los corruptos”.