Ramón Pérez Hernández, quien fue gobernador del departamento, escribió un interesante ensayo, que tituló “Análisis Espectral del Norte de Santander”, y que fue publicado por primera vez en la “Guía del Turismo”, editada por Daniel Vega Rangel en 1934. Trae un relato que muestra cómo hemos cambiado a menos de un siglo, en especial nuestra Cúcuta.
Relata que cuando vino el entonces presidente de la república General Ospina a Cúcuta, una tarde se hallaba recibiendo visitas en su casa de hospedaje y en una de las ventanas que daba a la calle, esas casi piso a techo que aún se pueden ver, se llenó de muchachos ansiosos de conocerlo. Entre ellos había un limpiabotas, que hoy llamamos embolador, que logró quedar por encima de todos. El muchacho preguntaba, “¿Cuál es nuestro presidente?”, y uno de los que estaban por debajo dijo: “el de los bigotes más largos”. Tanto miró al general, que éste salió a saludar al muchacho que tanto se esforzaba por verlo. El general se acercó al muchacho en lo alto de la ventana y le dijo, “¿Anhelabas tú conocer al presidente?”, “Sí señor”, y en seguida dijo, “No solo quería conocerlo, sino darle un abrazo”. El presidente subió al apoyo de la ventana y cumplió el deseo del limpiabotas. Éste feliz gritaba, “abracé al presidente”. El general procedió entonces, ante la emoción del muchacho, a sacar una moneda de oro y dársela, diciéndole: “Toma este recuerdo”. Y dice Ramón Pérez, “Brillaron los ojos del pequeño, la sangre le subió a las mejillas y rojo de vergüenza respondió: “Yo no vine a pedirle limosna; vine a conocerlo”. Se soltó de la ventana … y cayó sobre los compañeros llorando de amargura y diciendo: “creyó que era un limosnero”. La anécdota concluye con el general apenado pidiéndolo excusas al limpiabotas por haberlo ofendido. Como dijo el poeta Antonio Machado: “La envidia de la virtud hizo a Caín criminal, gloria a Caín, hoy el vicio es lo que se envidia más”.
En esa época teníamos eso que se llama la ética del trabajo; el convencimiento que solo el trabajo duro y constante nos saca de la pobreza, no la limosna. Pasamos de la vergüenza de pedir, a la política del estado de mantener limosneros. Y eso es porque el régimen extractivo que tenemos, es enemigo de la política de desarrollo económico y la generación de trabajo digno y sostenible. Este modelo creó una pobreza, no solo condenada a vivir ahí permanentemente, sino que requiere para su subsistencia de un estado cada vez más grande, cada vez más extorsivo y cada vez más suministrador de “partidas sociales”. Todos sabemos en que concluye el proceso, o el modelito. Cada vez se requiere más extracción fiscal para un estado destructor de valor, que impide el desarrollo económico que sólo se logra en una sana economía de mercado, y todo eso se justifica con un discurso de defensa de los pobres, qué a su vez, atrae a los enemigos del estado liberal. Estos “progresistas” ven en los generadores de trabajo sus enemigos, y socavan la democracia hasta que se hacen con el control del estado y pauperizan el país como en Venezuela, o Cuba, o Nicaragua, o un largo etcétera.
La Cúcuta de los años treinta del siglo XX era una región económicamente pujante, empresarial, de emprendimiento privado, que daba trabajo para todos, lo que permitía desarrollar una ética del esfuerzo personal como baluarte de la libertad individual. Acercándonos a la tercera década del siglo XXI, Cúcuta es hoy una región empobrecida, atrapada en la trampa estatista, con una política que todo lo influencia nocivamente y donde el vicio es lo que se envidia más. No solo ya no se tiene ninguna ética, es que ya ni siquiera se tiene una estética, pues todo se vulgarizó y se ideologizó para condenarnos a muchas más décadas de mísero subdesarrollo.