El pasado sábado 23 de enero se dio el día D en la situación de la dictadura venezolana. Con el ingreso de la ayuda humanitaria, Cúcuta se convirtió en la capital temporal de la nueva Venezuela, con el presidente encargado de ese país, Juan Guaidó, despachando desde la ciudad. El tema de la caída del régimen venezolano ha dado internacionalmente una visibilidad a Cúcuta que nunca había tenido, lo cual hubiera sido importantísimo si la ciudad ya tuviera una visión clara de futuro, y tuviera un plan de contingencia ante esta realidad, que no tiene. Otra vez actuamos como veleta en el mar, sometidos a los vaivenes de realidades, ante las cuales, solo actuamos como espectadores, por haber estado dedicados a la sucia y chiquitica política local, que solo busca riqueza privada con recursos del estado. Otra oportunidad perdida.
He visto a la gente en dos posiciones que parecen inteligentes, pero que sólo muestran la incapacidad que como ciudad tenemos de plantear nuestro desarrollo. La primera es porque dar ayuda humanitaria para Venezuela si Cúcuta está llena de pobreza, lo cual es cierto, pero es un falso dilema. Venezuela hoy es el problema interno más grave de Colombia, pues allí se refugian los líderes de grupos narco-terroristas que quieren destruirla, y actúan de manera impune. Pero, además, la degradación del país vecino hará cada día peor la diáspora, que cae en primer lugar sobre Cúcuta. Creer que el tema venezolano, como lo plantea la izquierda colombiana, desde un desesperado Petro hasta una “supuestamente inteligente” Claudia López, es un asunto externo, es sólo un intento de aliviar la presión sobre sus compañeros ideológicos. Y muestra que en Cúcuta ya es cultural ese concepto que el estado que el estado debe dar todo, reforzada por gobiernos como el de Santos que nos vendió la versión marxistoide del estado. Como no tenemos modelo de desarrollo, nos pegamos al clavo ardiendo de que el estado nos mantenga, que fue lo que llevó el hambre masiva a Venezuela.
La segunda es que, en caso de violencia entre Colombia y Venezuela, Cúcuta sufriría y no ganaría nada. Cierto. El problema es que vamos a ser parte del conflicto, querámoslo o no. Somos la frontera y no podemos ser neutrales, porque en ese caso seriamos objetivo de ambos lados. ¿Hay quienes creen que ser neutrales detendría al régimen de Maduro de actuar contra Cúcuta? Es la teoría de apaciguar al violento para que se apiade de uno, que es el fondo del acuerdo Santos-farc. Somos parte central del conflicto, así no tengamos un plan para ser parte central de la reconstrucción, ni una idea para dónde ir.
Claro que podemos exigir, pero tenemos que poner. Hagamos para que nos hagan. Ningún gobierno, y menos el colombiano, va a hacer el desarrollo de Cúcuta. El anterior gobierno nos dio varios Conpes para que nosotros creyéramos que estaban haciendo algo por nosotros. No podemos seguir teniendo alcaldes y gobernadores, intelectual y moralmente pequeños, que han creado verdaderas empresas electorales de usufructo privado; si elegimos eso otra vez, seguiremos condenados a la crisis. Y cuando cambiemos esa realidad brutal, tenemos que hacer un verdadero programa de ciudad exigiendo al gobierno nacional que nos nivele algo el terreno para poder de competir con el resto del país. Debemos exigir, no pedir, que el gasoducto Cúcuta-Sistema Nacional de Transporte de gas natural, se establezca en el plan de expansión de la UPME de este año. Exigir también la carretera marginal del Catatumbo, y el puente Mariano Ospina Pérez. Y que Cúcuta cuente con un comando conjunto de fuerzas militares, incluyendo una base aérea que desestimule tantos actores de crimen organizado, que tienen su sede en la región. Nivelado el terreno, el problema ya es nuestro.
Que Cúcuta aparezca como la capital temporal de Venezuela, empieza a dar carácter a la ciudad. Somos una ciudad que no apoya aventuras socialistoides, sino la verdadera democracia liberal y la economía de mercado, y que sabemos cómo hacer nuestro propio desarrollo. En las elecciones de octubre veremos porque nos decidimos: si seguir mal, como venimos de manera crónica, y empeorando, o vamos a dar el timonazo, y empezar a plantear nuestro desarrollo, aun sabiendo que se perdió otra brillante oportunidad. No nos podemos quitar de la frontera, ni podemos vivir de claps, vengan de donde vengan. Podemos, eso sí, tener mejor dirigencia y planear nuestro propio futuro. O nosotros decidimos, o deciden por nosotros.