Uno de los hechos más resaltantes de la actual pandemia de la llamada COVID-19, es el cuento chino del “impresionante” manejo que China realizo para controlarla. Lo primero que debe quedar claro es que, en Wuhan, donde se produjo el brote del virus, desde febrero de este año se retiró a periodistas internacionales y autoridades de la Organización Mundial de la Salud, momento al partir del cual se “controló” la pandemia.
Lo interesante es que la curva china, sea por contagios diarios o por contagios acumulados, es absolutamente diferente de las que han tenido los demás países del mundo con información confiable, y la que matemáticamente debe seguir un evento de este tipo. Por casos diarios, la curva es una especie de campana, que inicia muy lentamente y después de un tiempo desde que se define el primer contagio, entre los 30 y 40 días, empieza a crecer exponencialmente hasta alcanzar un pico sostenido de unos quince días, que empieza a decrecer lentamente, de la misma manera en que creció. Estos períodos de tiempo se corresponden a poblaciones aisladas en cuarentena.
La curva diaria de China, por el contrario, alcanzó pico a los 20 días desde el 22 de enero de 2020, cuando dio el primer número de infectados, con un pequeño pico anterior, que tal vez se explica porque los chinos sabían del brote desde noviembre de 2019 y no lo dijeron sino hasta enero, permitiendo su expansión. Esa fue la primera mentira china.
Siguiendo con el análisis de la curva diaria, el día 23 tuvo un único pico exponencial, y de manera extraña y extraordinaria, al día siguiente cayó a los niveles de los primeros días. Tuvo un único pico puntual diario; increíble. Estas cifras no son coincidencia, son manipulación; segunda mentira china. Del cuento chino de la pandemia lo único cierto es que el virus inició allí, aunque ya hay varios queriendo también negarlo.
Occidente, Colombia, incluida, por alguna razón que no es clara, se llenó de opinadores, académicos y periodistas dispuestos a denostar de la democracia liberal en cada oportunidad, y a ver en los Estados Unidos en particular un poder decayente, contra toda evidencia, y a comprar cualquier cuento chino. Ya se oye que China saldrá como el gran superpoder post-coronavirus, cuando lo que muestran los hechos es que se convertirá en el gran mentiroso de esta crisis, cuyas mentiras la agravaron con un costo monstruoso para el planeta. Los filochinos occidentales, como los izquierdistas colombianos no se guían por hechos sino por fundamentalismos ideológicos.
Pero si por China llueve, por Cuba no escampa. Vimos a nuestro mojador de prensa, Gustavo Petro, explicando que tenía un cáncer en estado inicial, detectado en Cuba. Los médicos que lo vieron en Colombia, por el contrario, dijeron que no solo los exámenes cubanos mostraban la baja calidad de la medicina en esa isla, sino que los realizados en Colombia no mostraban ningún evento canceroso.
Inmediatamente salió el escudero de Petro, Gustavo Bolívar, a decir que no tenía cáncer en Colombia, pero si en Cuba, siendo este el primer caso de un cáncer geográfico: se manifiesta según la ubicación en el planeta. Y acto seguido, dijo que iba a demandar al médico por haber dicho eso, lo cual fue una señal para las cortes y sus subalternos de ponerse en marcha para castigar a quien osó desmentir semejante tema. Las bodegas empezaron disparar en las redes sociales rogando por la recuperación de un luchador contra la corrupción, con una investigación por recibir plata en bolsas de un contratista, proceso que no ha avanzado no por falta de evidencia, sino por falta de juez.
Es tal el desespero de la izquierda por no tener micrófono permanente, que están dispuestos a todo por hacerse notar, sea el senador Robledo o el senador Petro, quienes además resienten de forma inocultable el crecimiento en la opinión pública de su compañera Claudia López, que hoy está en toda la prensa y todas las redes, y el del presidente Duque. Y las envidias de la izquierda con sus copartidarios son, como he dicho muchas veces, del tamaño del odio de un fanático ante un hereje.
Los cuentos chimbos se volvieron epidemia en esta cuarentena, y no se encuentra una prensa libre, de la de antes, que destape tantas mentiras que vienen desde las autocracias. Solo quedan plañideras seguidoras de los cuentos chimbos.