El debate suscitado esta semana entre la a y la o por cuenta de la decisión de un juez en la capital que ordenó al alcalde modificar su eslogan Bogotá mejor para todos para que aparezca también el vocablo todas. Esto revive una discusión que se viene dando desde hace rato en torno al llamado lenguaje incluyente sobre el cual hay diversas opiniones y gustos.
El asunto tiene como antecedente de especial importancia el acuerdo 381 del 30 de junio de 2009 aprobado por el concejo bogotano mediante el cual promovía el uso de este lenguaje y obliga su uso en documentos oficiales. De allí se colgó el representante del Polo Democrático Alirio Uribe y mediante acción de cumplimiento obtuvo que un juez administrativo de Bogotá fallara a favor suyo por el incumplimiento de la alcaldía al citado acuerdo y obliga a que todas sean incluidas en el eslogan. Adicionando que es obligatorio también el uso de los vocablos concejales y concejalas.
De ese tipo de expresiones dan muestras muy a menudo las autoridades actuales de Venezuela y de tanto repetirlo muy seguramente ya debe haber calado entre los venezolanos y venezolanas que han oído hablar a su presidente en las cadenas de radio y televisión durante largas horas de millones y millonas, o libros y libras. Con el afán de que nadie se quede por fuera. En los días recientes fueron elegidos primero gobernadores y gobernadoras y hace apenas una semana también escogieron a quienes serán alcaldes y alcaldesas. Así que, las maduradas de ese tipo están en sintonía con quien las expresa.
Otro antecedente, que refresca la revista Semana fue la columna escrita por Héctor Abad dirigida a una reconocida feminista que en esa época (2006) estaba reclamando el uso de expresiones femeninas para que no fueran excluidas las mujeres. El autor de ese escrito recalca son sobrada razón: El género es una categoría gramatical que no tiene nada que ver con el sexo. Cuando yo digo, por ejemplo, que “las personas tienen estómago”, aunque “personas” tenga género femenino no estoy excluyendo a los hombres. Y aunque “estómago” sea masculino de género, lo llevan por dentro los dos sexos por igual.
Pero, hay para todos, seguramente para algunos será apropiado estar repitiendo todos y todas, niños y niñas, si ya teníamos bastante con el saludo señores y señoras una expresión por demás respetuosa con el género femenino. No hacerlo no significa inquina, es por la elegancia del idioma que hasta ahora ha sido así, no es por exclusión. Hoy se reconoce la diversidad y se acepta, por tanto no se discrimina, así ocurre en la vida del común y si nos atenemos a estos embelecos ¿tendríamos también que referirnos a los homosexuales y las homosexualas?
La obligatoriedad es lo que fastidia, cada quien que lo haga como quiera, las expresiones son de libre uso y cada quien es libre de decir ridiculeces. Remato con otras frases del escritor citado antes: “Creo que en ese debate hay un exceso de susceptibilidad de parte de algunas mujeres. Sé que no todas ellas, se sienten excluidas cuando se usa el género masculino para el plural, por simple economía de lenguaje, y no para discriminar.”