Se aproxima el tercer aniversario del cierre de la frontera, fecha que coincide con las más escalofriantes cifras en términos de desempleo, cierre de establecimientos, invasiones, informalidad, criminalidad, contrabando y pesimismo ciudadano, pero lo que definitivamente más debe preocuparnos, es la anestesia que se nos ha aplicado y que parece permitir que todo eso ocurra sin siquiera inmutarnos.
Algo hay en nuestra cultura que nos hace ser así de estoicos, o como lo advierte el obispo de Cúcuta ‘solidarios’, solo que Bogotá interpreta esas cualidades como la razón para considerar que aquí en Cúcuta y su Área Metropolitana todo está bien y que no hay necesidad de intervenir tal y como lo hace el gobierno nacional cuando una catástrofe ocurre.
Casi mil días después de tomada la medida que está cambiando nuestra historia, no existe – o por lo menos lo desconozco – documento conjunto público - privado que a cuatro manos interprete el sentimiento regional.
¿Será que hablar con franqueza sobre este tema incomoda a ciertos sectores del poder local? No de otra manera se entiende ese letargo en el que parecemos haber caído quienes hacemos parte de esta sociedad. Se conoce, que inclusive la carga en los servicios de salud producto del inusitado incremento en la atención a inmigrantes venezolanos ha debido ser asumida con los escasos recursos ordinarios.
Curioso resulta que ni la presencia del presidente Santos con su gabinete en pleno hace poco menos de dos meses, haya generado la más mínima reacción a los pésimos índices económicos y sociales que la región presenta. Por mucho menos comunidades como las de Quibdó o Buenaventura se han rebotado. Nunca se nos ha debido olvidar que esta tragedia no es nuestra y ni gobernantes ni dirigentes gremiales hemos sabido reclamar lo justo.
Razón tiene el coordinador del observatorio Cúcuta Como Vamos, cuando al presentar los preocupantes resultados de su última encuesta ciudadana, advertía con tono de denuncia que lo más grave que encontraba en la investigación es la ausencia de Capital Social. Ese activo inmaterial que aunque no se palpa, es capaz de ‘sacudir’ de manera constructiva toda una sociedad. ¿Qué cuándo lo perdimos?
No lo tengo claro, pero recuperarlo debe ser una tarea que la sociedad civil aborde sin plazo.
Nota: Corrijo… sí hay salidas. Se plantea un impuesto por valorización para reactivar la deprimida economía regional.