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Democracia cualificada
La tiranía de las mayorías como describe Alexis de Tocqueville es uno de los riesgos de la democracia cuando pierde el equilibrio de poderes.
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Viernes, 19 de Mayo de 2017

El fallido referendo que propuso la senadora Vivian Morales mostró uno de los mejores rostros de nuestra democracia, el del debate serio y profundo, de convicciones de parte y parte. Finalmente se improbó la decisión y los colombianos, por ahora, no iremos a las urnas para decidir unos de los temas que más divide a la sociedad contemporánea, el matrimonio y la adopción por parte de parejas homosexuales.

La discusión teórica era fascinante: si las mayorías pueden decidir por las minorías. O si el voto, árbitro supremo de la democracia, puede cualificarse en torno a los derechos de las minorías. En Colombia el presidente Juan Manuel Santos, en una de las lecciones más antidemocráticas de la historia del país, tomó la decisión de violar la decisión mayoritaria de los ciudadanos con el plebiscito al refrendar un acuerdo de paz apenas unas semanas después de este haber sido rechazado en la urnas.

Con el activismo legislativo y social de la Corte Constitucional los derechos de la comunidad LGBTI han sido ampliados de manera importante. Y el Congreso se ha abstenido de legislar en un sentido u otro para que en su papel de representación de democracia indirecta asuma unas posiciones claras frente al tema.

La tiranía de las mayorías como describe Alexis de Tocqueville es uno de los riesgos de la democracia cuando pierde el equilibrio de poderes. Y uno de los efectos perversos de la democracia directa es que no permite intermediación y genera suma zero en las decisiones: unos ganan todo y otros pierden todo.

Alexander Hamilton uno de los padres fundadores de la democracia del mundo, la que nace en Estados Unidos en 1776, veía ese peligro. Y en los mismos Papeles Federales, el número diez James Madison discutía los peligros de esa tiranía de la mayoría y como prevenirla.

Pero a la pregunta de por qué hay temas que si se pueden votar en un referendo y porque otros no, no hay respuesta fácil. En Suiza, uno de los países más democráticos del mundo, prohibieron por referendo los minaretes en las mezquitas en el 2009 afectando derechos religiosos de las minorías. Y aprobaron también un referendo anti migratorio en 2014. O la misma Inglaterra con el Brexit decidió salir de la Unión Europea a través del mismo mecanismo.

En sociedades polarizadas la posibilidad de lograr consensos frente a temas que dividen a la sociedad y como los que propuso la senadora Morales en el referendo es mínima. Y muchas veces, como sucede en Colombia, ante un Congreso que no legisla las Cortes asumen esa protección de derechos de minorías.

Claro, a veces se pasan como lo ha hecho la Corte con los indígenas y con las consultas previas que se han vuelto un gran negocio de las comunidades. Expanden derechos hasta el punto de convertir esos sectores minoritarios en tiranías que impiden el desarrollo de regiones enteras y los convierten en valiosos obstáculos de gran rentabilidad para ellos obviamente. El equilibrio es difícil y ante el vacío pues alguien asume ese poder como lo ha hecho la Corte. 

Pero hoy, sin duda la Corte Constitucional ha asumido el peligroso papel de colegislador, cuando su papel es el de vigía en defensa de la Constitución. Pero falló, y de gran manera cuando ha debido protegerla, como el caso del plebiscito o de la ley habilitante que convalidó y cercenó el debate democrático en el Congreso.

Fue una buena semana para esta democracia. Tanto palo que le damos y a veces nos muestra porqué es el mejor mecanismo de gobierno que hoy hay. Me quedo con el discurso de un parlamentario conservador al que sus hijos le hicieron cambiar su voto. Y me quedo con un Congreso que debate con seriedad y no solo aprueba a pupitrazo lo que el gobierno le pide. 

El debate sigue abierto. Y no será la última vez que veremos este tema en el Congreso. Pero siempre prefiero que sean personas electas las que decidan, personas que deben responder por su decisión ante los ciudadanos y no unos pocos magistrados que sin ningún tipo de representación deciden lo que les da la gana muchas veces de espaldas al país.  

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