Una buena noticia trajo el paro nacional de noviembre, que movilizó a millones de colombianos, incluyendo indígenas, estudiantes, inconformes, desocupados y gentes desilusionadas con el gobierno: empezó el descenso, en caída libre, del “innombrable”, el expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez, jefe único de la derecha y dueño del poder en los últimos veinte años, caso único en el último siglo y digno sucesor de Rafael Núñez, quien fue tan poderoso que hasta escribió la letra del himno nacional y llevó al Palacio a su amante.
Según encuesta –una de las desprestigiadas encuestas que fallaron en las últimas elecciones- a la imagen de Uribe le está pasando lo mismo que a los cocos maduros: está en caída libre, que solo parará cuando el personaje toque el suelo. Le está disputando la cola a dos mandatarios impopulares y despreciados por los colombianos: Nicolás Maduro y Donald Trump, ubicados en los dos extremos de la ideología política, la izquierda y la derecha, pero igual de incapaces.
Según la encuesta, Uribe tiene una figura negativa de 66 puntos, hecho que significa, en pocas palabras, que el exmandatario, que ha dominado el panorama nacional desde el momento en que ocupó la Gobernación de Antioquia, donde sembró la semilla del Centro Democrático, partido de derecha hecho a imagen y semejanza de organizaciones fachistas como el nazismo y el franquismo, ha empezado su inevitable declive, luego de estar ocho años en la Presidencia, elegir a sus dos sucesores y mangonear a su acomodo, llevando a la liquidación a los partidos tradicionales y originando profunda división entre los colombianos. Logró inclusive unos imposibles: que millones votaran en contra de la paz y a favor de la guerra, y elegir nutrido grupo de parlamentarios, sin experiencia y sin votos, como lo había hecho hace varios lustros la desaparecida Anapo. Nadie los extrañará.
El descenso de Uribe abre la puerta para que en las elecciones próximas llegue al poder un candidato que no sea fruto de su bendición, como acaba de ocurrir con el inexperto Iván Duque, que ha mostrado falta de liderazgo y de independencia, lo que ha originado tanto el paro nacional como la caída del “innombrable”, que valga repetirlo, pasó de oscuro senador samperista a jefe de la extrema derecha, desplazando a jefes tradicionales de esa tendencia como Álvaro Gómez.
Uribe ha insinuado que quiere dejar la política y dedicarse a sus nietos. Ojalá lo haga. Colombia se lo agradecería: volverían la armonía y la tranquilidad. GPT