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Destructores de mundos
Vivimos tiempos similares con cambios tecnológicos y científicos de gigantesco impacto social que, a no dudarlo, cambiaran el mundo que conocimos en el siglo XX.
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Sábado, 30 de Enero de 2021

Una de las características que distinguen al ser humano como individuo y como sociedad es su resistencia al cambio, su incapacidad de salir de lo “políticamente correcto”. Por eso, los cambios sociales en lugar de darse de forma gradual, se vuelven súbitos, y en ocasiones, cataclismicos.

En el victoriano y eurocentrista siglo XIX, lo políticamente correcto era la monarquía o la monarquía constitucional al interior, con la plena aceptación del imperialismo al exterior. Fue una época de sepulcros blanqueados, pero al mismo tiempo era también una época científicamente revolucionaria, con su correspondiente impacto social. En la segunda década del siglo XX ese mundo implosionó, y sus residuos desparecieron en la cuarta década, cuando surgió un nuevo mundo absolutamente distinto al anterior.

Vivimos tiempos similares con cambios tecnológicos y científicos de gigantesco impacto social que, a no dudarlo, cambiaran el mundo que conocimos en el siglo XX. En una actitud semiludita, lo políticamente correcto hoy, es la defensa del mundo surgido de las guerras mundiales, con una “visión” de guerra fría. La “intelectualidad”, así auto definida por los “intelectuales”, la academia, y por supuesto, el periodismo, hicieron progresista mantener las discusiones de posguerra, a pesar que la nueva realidad geopolítica obliga a la gran potencia de Estados Unidos a redefinir su papel de gendarme mundial, defensor a ultranza del multilateralismo y de la política del apaciguamiento, que los crédulos esperan que los lleve a la paz. Ante el debilitamiento del papel de los estados nacionales y los graves daños económicos de políticas equivocadas, los “progresistas” reclaman el tribalismo como la nueva actitud progresista en el siglo XXI. Hoy, sin reconocer los grandes avances en Occidente de la tolerancia, nuestros “progresistas” recurren a utilizar las minorías como bombas contra la democracia liberal. Cuando hoy, en Occidente repito, el racismo y la xenofobia son propios de núcleos reaccionarios, las minorías étnicas tienen reconocimiento de sus derechos, las diferencias de género importan menos, y es visible el daño ambiental, los anti demócratas encontraron un filón político importante en darle ultravisibilidad a eso que Fukuyama llamó los nuevos tribalismos, que buscan erosionar los estados nacionales, y de esa manera, acceder al poder con un colectivismo absolutista e irreversible.

La nueva realidad de la creciente urbanización de la sociedad mundial, producto de la explosión demográfica, obliga a definir una nueva “realidad”, no anclada a los conceptos de la guerra fría. Los avances científicos y tecnológicos de las dos primeras décadas del siglo actual, además, han llevado al primer lugar la “ciencia” de la complejidad, que a su vez está haciendo que disciplinas como la economía y la planeación urbana estén siendo reconsideradas desde sus cimientos más básicos. Y seguirán, como ya ha empezado, otras ciencias sociales como la sociología, la antropología, la sicología, entre otras. Obviamente la medicina tendrá también profundos cambios. La resistencia al cambio que se repite hoy, como a principios del siglo XX, proviene de los mismos círculos “intelectuales” que en dicha época defendían como “progresista” la era victoriana.

Cuando se debate de manera intensa un nuevo acercamiento a la economía de mercado desde bases más científicas, nuestros “progresistas” defienden la economía colectivista y asistencialista; cuando se busca accesar a una verdadera “ciencia” de ciudades, nuestros “progresistas” siguen hablando de la importancia de lo rural y de seguir segregando las ciudades entre ricos y pobres; cuando se trabaja febrilmente en el desarrollo de la sociofísica, nuestros “progresistas” ideologizan cualquier fenómeno social, desde la seguridad a la educación.

Robert J. Oppenheimer, el líder científico del proyecto Manhattan, en la primera explosión atómica recordó una frase del Bhagavad Gita: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. Por eso tenga prevención de los “progresistas”, usualmente solo son dinosaurios disfrazados de unicornios, destructores de mundos, dispuestos a impedir el cambio en nombre del “progreso y la equidad”, términos que solo usan como armas.

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