La esfericidad de la tierra, abundante agua líquida y por supuesto sus movimientos y la energía solar, han permitido el desarrollo de la vida y su sostenibilidad a pesar de los embates de la naturaleza y de los infinitos abusos su máximo depredador: el “hommo sapiens”.
Grandes extensiones de su superficie han sufrido la casi total desaparición de formas de vida. Pero también es cierto, para fortuna de la vida misma, que otras zonas han sido premiadas y la vida se desarrolla y avanza.
Tener privilegios geográficos le ha permitido a grandes conglomerados humanos prosperar y evolucionar hacia un mejor entendimiento; no tenerlos significa grandes dificultades para la supervivencia y se generan grandes conflictos internos.
Estar ubicados en la punta norte de Suramérica con climas tropicales que permiten abundancia alimentaria sin muchas afugias, debería ser suficiente para vivir en armonía. Pero una cosa es tenerlos y otra cosa es administrar esos recursos.
Tener costas sobre dos grandes océanos debería significar abundancia y prosperidad general. Pero es precisamente sobre esas grandes y exuberantes superficies donde medran grandes zonas de pobreza y abandono en nuestro país.
Cuando a los ciudadanos de la grandiosa urbe china Hong Kong, administrada por el imperio británico durante más de un siglo les advirtieron que serían ciudadanos chinos, y que su territorio entraba a formar parte del gigante asiático, salieron en desbandada buscando protección y asilo. Toda la costa pacífica de norte, centro y suramércia estaba a su disposición. Los norteamericanos y los canadienses no dudaron en ofrecer sus territorios a quienes quisieran llegar pero acreditando estar bien respaldados económicamente. Muchos ricos de Hong Kong se acomodaron en Vancouver, Seatle, San Francisco, Los Angeles. Por qué no escogieron ciudades mejicanas, salvadoreñas, nicaragüenses, panameñas o colombianas? Primero, les quedaban más lejos. Las latitudes tropicales han demostrado menos orden económico y social y los ciudadanos hongkoneses, bien educados, no dudaron en quedarse por allá arriba……..
De todas maneras y para consuelo de estas latitudes fiesteras, les seguiremos ofreciendo los hermosos parajes de nuestra costa pacífica con su exuberancia y riquezas de su suelo. Por qué no la hermosa bahía de Buenaventura presta a recibir las ingentes mercancías del otro lado del océano, o la inigualable ensenada de Tumaco surcada y atestada por pobladores ansiosos por trabajar unidos con la juiciosa administración local, o de pronto les insinuamos traer sus contenedores al paraíso de Nuquí un poco más arriba. El único inconveniente son las vías de comunicación con el interior del país. Está la que encadena el puerto de Buenaventura con Cali. La podemos estar arreglando mientras tanto… ¿Qué dicen?