Asunto 1. El trastorno del autismo se caracteriza muy grosso modo en una evasión de la realidad; el autista crea su propio mundo, “su realidad”, ajena a lo que pase alrededor.
El presidente Gustavo Petro ha venido mostrando, por sus declaraciones, una especie de autismo. En una semana, su hijo y su hermano empezaron a ser investigados por casos de corrupción, a más de “fallas” de su paz total, por lo que muchos la consideraron una semana difícil. El presidente Petro dijo que no, que estuvo muy bien; yo le creo que él lo cree. Posteriormente la revista Semana utilizando indicadores de desempeño económico manifestó que el país iba mal. El presidente Petro consideró, sin argumentos en contra , dijo que todo iba bien. Él lo cree y yo le creo que él lo cree. En su mundo todo va bien. Más grave aún es que sus segundos le siguen la argumentación contraevidente, así la mayoría no creo que le crea pero como hay intereses en ello, no tienen problema en respaldarlo.
No aceptar los problemas lleva a que no se pueden gestionar y a seguir tomando medidas que aumentan exponencialmente la incertidumbre económica, la seguridad ciudadana y la estabilidad social. La hemorragia legislativa con leyes de “cambio”, a cuál más perniciosa, buscando solo estatizar, estatizar y estatizar, lleva a que esa espiral negativa se impulse.
Y esta actitud cuando la realidad geopolítica mundial y la situación económica exterior son delicadas con su carga negativa en nuestro acontecer interno, solo puede explicarse por ese comportamiento tipo autista. El daño al país que lleva este gobierno no puede explicarse solo por megalomanía o cinismo, que los hay, sino por una actitud de evasión de la realidad de nuestro presidente.
Es bueno saber que lo que tan fácilmente se destruye, larga y dolorosamente se debe reconstruir en un futuro. Y recordar que solo la mitad de los votantes eligió el “cambio”.
Asunto 2. Un nuevo cisma sobre el catolicismo romano parece venir del Sínodo de Obispo alemanes, que pone en jaque el papado del papa Francisco, quien en su "activismo progresista" ha querido destruir gran parte del legado del Papa Juan Pablo II y no se ha ocupado como debiera de trazar rumbos a la Iglesia Católica que hoy se debate en una profunda crisis representada en la grave reducción de las vocaciones sacerdotales y los escándalos de pederastia que no cesan.
El Papa Francisco, al estilo de los líderes izquierdistas latinoamericanos, se ha dedicado a acusar al capitalismo de la pobreza y a hacer gestos populistas, mientras dentro de los pequeños límites del estado vaticano se polarizaba la pugna entre ultraconservadores y ultrareformistas, pues el Papa no ha trazado una línea clara de conducta, aunque si ha desmontado gran parte del andamiaje que dejaron Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Es urgente redefinir asuntos que no son de la esencia doctrinal de la Iglesia de Cristo sino heredados de la visión medieval del papado. Entre estos se destacan un mayor papel de la mujer en la jerarquía eclesiástica y la posibilidad de hacer optativo el celibato.
Hoy la ultraortodoxia clama por retroceder hasta las fuentes de la iglesia medieval, dejando a la mujer solo como un apéndice menor. Pero el cisma alemán también ha traído a la palestra el riesgo que la iglesia católica caiga en la moda del relativismo moral y apoye la corriente de la igualación total y la inclusión per se, sin referencia a méritos o esfuerzo. Es la ola del “cambio” que hoy quiere destruir todos lo pasado y hacer del nuevo tribalismo urbano una nueva religión.
Es primordial que el Papa reduzca su papel político de jefe de estado y vire hacia una mayor percepción de líder espiritual sin sesgo ideológico con lo que podría lograr que la Iglesia que recibió no se atomice en cismas y mas cismas. El “progresismo”, también en religión, hace estragos.