Comenzando el año pululan los entusiastas con sus propósitos de siempre y su fe ciega y desprevenida en las personas y celebridades que siempre los han decepcionado. Año tras año se vislumbra el movimiento a todo vapor de las personas por cumplir lo que nunca han querido o podido –bajar de peso, escribir un libro, sembrar un árbol, dejar el alcohol, no ser tan amargado, etc.– y los medios y analistas se trasnochan pensando a quién van a ofrecer como la nueva promesa (de lo que sea). No obstante, lo nuevo se va envejeciendo y pareciendo cada vez más a lo de antaño y las promesas –del fútbol, la literatura, la moda o incluso la política– se destiñen, hasta llegar al nuevo año, y lo anterior se repite incansablemente.
Tal vez la salida de esta espiral ha estado frente a nuestros ojos: Mirar con detenimiento a quien ya conocemos pero nunca hemos observado realmente. En el espectro político, donde me muevo con confianza, tuve una especie de epifanía. Llámenme loca si quieren, pero creo que lo que Cúcuta y Norte de Santander necesitan no son personajes rimbombantes, novedosos señores o desconocidas mujeres sino hombres y mujeres con experiencia en el departamento y conocedores de las necesidades del mismo. Uno de ellos es Edgar Díaz Contreras, exgobernador y trabajador incansable por la región.
Díaz rompió todos los esquemas y conquistó miles de ciudadanos con elemento más simple pero poderoso, la chispa adecuada: Cumplió. Con transparencia y proyectos alcanzables logró lo que hacía mucho no se podía, mejorar la calidad de vida de la gente. Sin necesidad de engaños ni formularios ficticios cambió la realidad del departamento e hizo lo que prometió. ¿Qué hay otra cosa más elegante que cumplir con su palabra? No lo creo.
Obras como la de vía La Donjuana-Chinácota, con excelentes características técnicas y un equipamiento del más alto nivel, con pilotes de profundidad de quince a treinta metros y finalizadas a tiempo y con calidad, hacen que Norte de Santander funcione, no sólo como unidad administrativa sino de verdad, porque satisfacen una necesidad sin desconocer otras. El intercambiador de Atalaya también entra en este grupo, facilitando la movilidad de ciento cincuenta mil vehículos al día, y el Complejo Acuático no se queda atrás. Con sólo mirar estas obras y sin entrar en detalles de los megacolegios de Ábrego y La Parada, es apenas visible que en Norte hay un caballero blanco.
La mayoría de gobernantes de nuestra región nos han quitado la esperanza de ser una región prospera y de tener mejores oportunidades, productividad, industria y calidad de vida. El caballero blanco parece devolverla, y no lo hecho recientemente únicamente, es el trabajo de varias décadas, años en los que ha sido concejal o secretario de Educación.
Díaz, un hombre sin escándalos, sin página doble en la sección de sociales y sin las típicas sandeces de nuestros gobernantes, parece prometer. Sus empleados de mayor confianza, sus más grandes colaboradores, sus reclutadores, voceros e incluso líderes son personas limpias y confiables, que no están bajo sospecha ni son los remanentes de grupos corruptos. Y eso manda un mensaje.
Sin embargo, el departamento necesita una persona que esté dispuesta a hacer más que cumplir con su trabajo. Se necesita alguien que quiera hacer lo correcto porque es correcto, sin manipulaciones ni argumentos rebuscados. Por eso quise llamarlo ‘caballero blanco’, no en la jerga de la economía financiera sino en el sentido de la lucha contra la corrupción.
Si Díaz y su legado quieren permanecer, no sólo en la mente de los nortesantandereanos, sino en las urnas, el caballero deberá ampliar sus objetivos a la lucha contra el mundo criminal de la corrupción, y deberá convertirse en el hombre más temido, una persona a la que no pueden utilizar ni manipular porque es incorruptible.
El mal deberá temerle. Pero tendrá que ser cauteloso, porque cuando pasas mucho tiempo mirando la cara del mal, algo podría quedarse en ti.