Están de moda los carteles. Han aparecido el de los pañales, el de los hemofílicos, el de los togados, el de los falsos jubilados, el de las damas virtuosas y el de los falsos testigos. Sólo faltaba que apareciera el más obvio de todos, el de los mentirosos, que quieren engañarnos con falsedades, sobre todo acerca de los gigantescos problemas de Venezuela, que acaba de sufrir apagón general, o la realización de obras que se caen aparatosamente.
Todos los días vemos en medios de comunicación a funcionarios que, descaradamente, mienten para engañar calentanos, como decíamos antes los cachacos, para referirnos despectivamente a los oriundos de sitios distintos a la capital. Hace poco oí al alcalde Enrique Peñalosa, decir, sin ponerse colorado, que la contaminación ambiental es culpa de los buses que no retiró del servicio su rival, Gustavo Petro. Lo que no dijo es que fue él quien trajo los vehículos, que arrojan más humo que una fábrica y para los que las últimas administraciones capitalinas, empezando por las de él, han construido centenares de kilómetros, dejando de lado un sistema moderno de transporte, el metro.
Pero Peñalosa no es el único. Otro es el presidente Iván Duque, que está muy preocupado por los problemas de los vecinos, pero no tiene en cuenta que en Colombia aumentan el desempleo y la inseguridad y muchos niños se acuestan sin probar un bocado de comida. Y como si fuera poco, ha abierto la puerta a la creciente inmigración venezolana. No hace lo lógico: cerrar la puerta u ocupar a los inmigrantes en trabajos que le sirvan a Colombia. Deberíamos seguir el ejemplo de Donald Trump, que va a levantar un muro en la frontera.
Hay más mentirosos. ¿Qué tal los dirigentes del fútbol, que están saboteando la liga femenina y niegan lo evidente: el acoso a las jugadoras? ¿Y los curitas pedófilos, entre ellos varios cardenales? También están los que entre la paz y la guerra escogieron la guerra, por influencia de oscuro senador liberal que se volvió el jefe de la derecha. Y como si fuera poco, el presidente de los ganaderos, que tiene a su esposa en el Senado, se declara pobre. No falta quienes defienden el uso del glifosato, un veneno que va a acabar con las abejas. Y como si fuera poco, pasa casi inadvertido el día de la mujer, a pesar de que más de la mitad de la población es femenina. También aparece un funcionario distrital apoyando el pico y placa ambiental, dejando de lado la realidad de que la ciudad está contaminada por el humo que arrojan más de dos millones de vehículos., cifra que aumenta todos los días por las ventas de los miles de concesionarios.
Los que merecen el premio Nobel a las mentiras son los responsables de las obras que fallan: la hidroeléctrica de Ituango, los puentes de Chirajara e Hisgaura y el túnel en La Línea. Esta es la hora que solo han dicho falsedades sobre estos fracasos de la ingeniería.
En fin, mentirosos es lo que hay en nuestra querida Colombia, que le cree los cuentos a los personajes que explotan las creencias populares para elegir concejales, diputados y parlamentarios, a quienes sólo los mueve el deseo de gozar de ‘’la mermelada’’ que dan los gobiernos. GPT