La violencia en Colombia ha sido recurrente desde la llegada de los españoles con su plan de conquista, mediante acciones represivas de alcance letal. Esa aventura está manchada de sangre de las numerosas víctimas que fue dejando la cacería despiadada.
Fue un comienzo desgarrador y sombrío, con la intención de apoderarse de los recursos de la población indígena, los cuales representaban una considerable riqueza en dinero contante y sonante. La muerte de los nativos llevaba a operaciones de cuantiosas utilidades. Era la permisividad perversa, o sea, la impunidad que minimiza u oculta el delito en beneficio de quienes lo cometen.
En el transcurso de la historia nacional la violencia se ha materializado en diferentes formas. La promueve el abuso del feudalismo con despojo de tierras y desplazamiento de sus legítimos pero indefensos propietarios, también llevados a la desaparición forzada. O la genera el sectarismo partidista y en algunos casos como expresión clasista. Está la violencia que le apuesta a la toma del poder con fines autoritarios o hegemónicos. Allí está el caldo de cultivo de la lucha armada, con actores de la guerrilla, el diverso paramilitarismo, el narcotráfico y hasta clanes adictos al poder para explotarlo a la medida de sus insaciables intereses.
La violencia ha permeado a la sociedad colombiana y hasta se ha convertido en activo de núcleos dirigentes que la consideran de utilidad para sus causas políticas. Por eso se atraviesan, abierta o solapadamente, a la búsqueda de la paz. Como esta es no solamente la dejación de armas sino correctivos efectivos a la desigualdad y la exclusión que algunos aplican a los sectores vulnerables, se oponen a los cambios. Y lo hacen aliándose con grupos beligerantes, sin importarles que sigan ocurriendo atrocidades que dejan dolor y luto.
La muerte de los militares en el municipio de El Carmen por escalada atroz de Eln es un hecho devastador repudiable y no hay nada que lo justifique. Afecta, sin duda, el proyecto de paz en que está empeñado el gobierno. Sin embargo, no debe llevar a la suspensión de las negociaciones. Lo que sigue es un ajuste del proceso, con el compromiso del Eln de no volver a faltar a su palabra respecto a la construcción de una paz que les devuelva a los colombianos el derecho a la vida, con la garantía de desmontar todas las trampas y los atajos abismales.
Es prioritario ponerle fin a todas las formas de agresión. ¿Qué beneficios deja el sacrificio de militares o de cualquier colombiano? La revolución que se predica para sacar de la pobreza y la desigualdad al pueblo no puede ser con esa carrera brutal de sangre y fuego. Todos los habitantes de la nación deben coincidir en el empeño de la paz. Es la causa que permite garantizar los resultados más positivos para todos. ¿A quién no le conviene? Por eso, hacer ese camino debe llevar a una inquebrantable unidad nacional, así queden diferencias respecto a otros asuntos filosóficos.
Puntada
Pueda ser que las elecciones de octubre le dejen a Cúcuta el mejor resultado en cuanto a alcalde y concejales. El ciudadano debe votar en función de lo que más le sirva a la comunidad.
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