El fin del conflicto que tanto pregono Santos, al darle carácter de igualdad con el estado al crimen organizado, autodenominado “guerrillero”, apenas comienza. El ansiado fin del desastroso gobierno de Juan Manuel Santos, se adoba con la llamada a indagatoria que la Corte Suprema hizó al Álvaro Uribe Vélez, respondiendo éste con su renuncia al Congreso, con la consiguiente satisfacción triunfalista de la oposición.
Lo primero a dejar claro es que la dialéctica izquierdista justificadora del acuerdo de la Habana, con la vocería de los medios de comunicación comprados por la plata de los contribuyentes, ha querido presentar los falsos positivos en el gobierno Uribe como el mayor crimen político en Colombia, relegando al perdón sin arrepentimiento 50 años de atrocidades guerrilleras. El asesinato de José Raquel Mercado, Gloria Lara y toda la Corte Suprema de Justicia por el “chévere” M-19, los campos de concentración, los collares bomba, las pescas milagrosas y la voladura de edificios de las farc, o los secuestros y posteriores asesinatos a manos del Eln, quienes aún reivindican “su derecho” a secuestrar, son crímenes blancos, cometidos por hoy líderes opositores impolutos. Lo imbécil de la argumentación, no quita lo peligroso del camino que arrancó una corte cuestionada por graves casos de corrupción. La radicalización del país, financiada en medios por tres reformas tributarias, aún está dentro de cauces “institucionales”. Pero la judicialización de la política a manos de una justicia politizada hacia la izquierda, solo deja en claro que el paso dado por la corte, abierta “enemiga” de Uribe, es un parteaguas de la política en Colombia en el siglo XXI.
Considero el segundo período del gobierno Uribe desastroso en especial por el daño institucional que produjo, pero Juan Manuel Santos con su política de apaciguamiento por razones de vanidad, puso a Uribe otra vez en la condición de “salvador el país”, ante la entrega que Santos hizo de los restos del estado liberal a unas guerrillas triunfalistas, con la bendición de algunos curas.
Uribe es un enemigo peligroso porque es el político con más alcances hoy en el país. Y si Santos es un vulgar jugador de poquer, Uribe es un ajedrecista jugado hacia delante, como lo mostró cuando se enfrentó al proceso de la Habana y salió como el “único” vencedor en el plebiscito. En el segundo período Santos, logró que en el Congreso hubiere una bancada de oposición seria, por primera vez en Colombia. Se propuso sacar las mayorías en el Congreso 2018 y lo hizo; impulso la candidatura de Iván Duque contra la más desvergonzada feria de dinero estatal utilizado para detenerlo, y se logró la presidencia. Iván Duque y Martha Lucía Ramírez lograron hacer una dupla valiosa, por si misma, pero ello solo fue garantía de éxito.
La jugada de dejar el Congreso tiene varias lecturas. La primera, la de sus enemigos acérrimos, que es un truco para recuperar su fuero presidencial y ganar inmunidad. Lo cual puede tener visos de verdad, pero esa no es la razón principal. Uribe era central en una bancada opositora, pero brillará mucho menos en la bancada de gobierno, la cual, a no dudarlo, seguirá dirigiendo, con la ventaja que no se lo sacarán todo el día a Duque. Tengo la impresión, por la rapidez de la decisión de dejar el congreso ante la decisión de la corte, que era algo pensado desde hace mucho tiempo. Un Uribe con fuero presidencial, poder en el legislativo y en el ejecutivo, sin ataduras para hablar nacional e internacionalmente, tiene una oportunidad única para dedicarse a sus dos pendientes: tratar de desmamertizar la justicia, su enemiga, y manejar las elecciones regionales del año entrante. Solo eso le falta, poder regional.
Cuando Uribe quiera, puede incendiar el país llamando sus seguidores a las calles, pero no lo usará sino como algo sobreentendido. Quienes quieran meter preso a Uribe, y dejar a Timoshenko y Gabino como estadistas en el congreso, van a encontrarse con un conflicto político de proporciones gigantescas. Empieza el conflicto de las cortes. Si Uribe gana este pulso, su siguiente objetivo será Juan Manuel Santos, quien entonces entenderá que es un conflicto político.