El mayor problema que afrontaremos en los próximos años no es el de la crisis estructural de la salud, tampoco la implementación de los acuerdos de paz o la situación fiscal, se trata de la llegada masiva de venezolanos desplazados de su país por la dictadura y la dramática situación económica y social que padecen.
Desde el 2015 más de 1,2 millones de venezolanos, entre los cuales al menos el 30% colombianos de nacimiento o hijos de compatriotas, han atravesado la frontera para quedarse en nuestro país.
Según el reciente informe del Banco Mundial, alrededor de 700.000 más pasaron por Colombia rumbo a un tercer país y por los pasos fronterizos legales de Cúcuta, Arauca y Paraguachón transitan diariamente más de 45.000 personas que vienen a buscar alimentos, trabajo o salud y retornan el mismo día a su país.
La nación rica y poderosa de ayer colapsó y el país pobre y violento de hace décadas recibe sus desesperados habitantes.
Y como advierte el mismo informe, la salida masiva continuará en la medida en que no se ve en el corto plazo una luz de esperanza para la democracia venezolana y que ya asentados en Colombia los migrantes procurarán, como siempre sucede en estos casos, la reunificación familiar.
Hasta el momento, teniendo en cuenta que Colombia nunca había tenido un flujo migratorio de estas dimensiones, que hoy constituye la migración masiva más grande en el mundo, la reacción ha sido aceptable.
Desde el punto de vista legal se regularizó la situación lo que permite un censo al menos aproximado; desde la perspectiva humanitaria se han atendido los cientos de miles que cruzan la frontera; en lo social, especialmente en materia de educación y salud, se hacen esfuerzos notables para su atención y la ciudadanía en general muestra una actitud solidaria con la población migrante, sin que tengamos una actitud de xenofobia que todos los colombianos debemos rechazar.
Se han presentado episodios afortunadamente aislados y debemos recordar todos los días que son millones los colombianos que en las últimas décadas salieron del país perseguidos por la violencia y la pobreza y un número significativo de ellos precisamente lo hicieron hacia Venezuela donde pudieron construir un proyecto de vida.
Hay que destacar como conveniente a continuidad que este gobierno desde el Ministerio de Relaciones Exteriores ha dado a la política que se construyó desde el 2015. Los funcionarios que ejecutaron esas acciones continúan al frente y esa decisión permitió llegar a mejorar y no a aprender o improvisar. Igualmente en el frente externo se persiste en una activa diplomacia que promueve una corresponsabilidad internacional que asuma en su conjunto una crisis migratoria y humanitaria cuyos números evidentemente desbordan las capacidades de Colombia. Así cada día hay mayor cooperación de Estados Unidos, Naciones Unidas y la Unión Europea. Este empeno de internacionalizar la crisis debe continuar y profundizarse.
Finalmente, y con la misma importancia, está la atención especial a las zonas más afectadas por esta situación que son Norte de Santander, Guajira y Arauca. Allí en los últimos anos se aumentó la inversión pública de manera significativa y se adoptaron importantes medidas de emergencia para tratar de aliviar la crisis, que siempre resultan insuficientes ante su magnitud. Se requiere hacer más en estos departamentos y hay iniciativas de parlamentarios de frontera y del propio gobierno que ojalá se implementen para atender no solo los migrantes, sino la población local que sufre con el desempleo y la informalidad laboral que en Cúcuta, Arauca y Riohacha supera el 70%.
La migración entonces es el más grave problema que afronta hoy Colombia y uno de esos temas en los que se hace necesario un gran consenso. Que nadie pretenda aprovechar políticamente este drama y construyamos una política de estado para las próximas décadas.
Cero xenofobia, atención humanitaria generosa, prioridad en inversión pública para nuestras zonas de frontera, una política de inserción laboral y trabajo conjunto de cooperación internacional para afrontar esta crisis inevitable e inédita, deben ser los principios en los que todos estemos de acuerdo. De esta manera será más fácil que afrontemos con éxito la crisis y que a la larga tenga un impacto positivo en Colombia.