El presidente Petro ha acudido a la figura de declaratoria de desastre nacional, para poder estar en capacidad de tomar medidas excepcionales relacionadas con la atención de las graves afectaciones que ha causado en el país la presencia prolongada del invierno, en donde no solo ha sido la intensidad de las lluvias, sino la aparición, en algunas regiones, de vientos huracanados que han provocado el siniestro y la devastación.
Cientos de miles de colombianos han tenido que padecer en carne propia todos estos efectos atroces, que han significado pérdida de viviendas, desaparición de cosechas, muerte de personas, interrupciones indefinidas de muchas vías y elevación del precio de los productos de primera necesidad, ante la escasez manifiesta.
Mucho dinero tendrá que destinarse a la reparación del daño causado, recursos que muy seguramente serán sustraídos de otras partidas, que a su vez terminarán afectando los compromisos de inversión pública.
Pero lo que mas importa en estos momentos, es precisamente una cabal reflexión sobre la magnitud del daño frente al cambio climático. El director de la Unidad de Riesgos, ha dicho que las lluvias que se presentan, han sido las mas fuertes en 40 años, y todo ello derivado de la disminución de los bosques, de la contaminación de las aguas, del abuso de los caudales, de la depredación de los humedales, de la descomposición del medio ambiente en general, que provoca toda clase de perturbaciones climáticas, y desde luego la reacción de la naturaleza, en donde es claro que ahora tendremos inviernos mas prolongados y devastadores, y veranos igualmente extensos y mortificantes.
Pero nos hacemos los de la vista gorda frente a los compromisos individuales; todo el mundo quiere y reclama que le resuelvan el problema, pero no está dispuesto a aportar su cuota para que la situación cambie. El medio ambiente se ha convertido en un tema de mucho clamor, de demanda de recursos, pero de una alta interferencia política que impide no solo la focalización de los problemas, sino que estimula el despilfarro de recursos, que terminan en bolsillos ajenos, frente al despiadado cuadro que el país vive.
El tema ambiental, tiene que convertirse en un escenario absolutamente técnico, en donde estén reunidos los que verdaderamente saben y en donde unas tareas de planeación y proyección, permitan identificar los verdaderos problemas y diseñar las inversiones que realmente se requieren.
Mientras nos sigan mostrando cifras de incremento de la tala de bosques y de contaminación acelerada, nada tenemos que hacer, y el desastre continuará haciendo su aparición, cada vez con una mayor perturbación y con peores desgracias.
En medio de la reparación del daño, que en estos momentos preocupa, tenemos que pensar en serio, qué se va a hacer en el futuro, en donde sea posible identificar un avance y no un progresivo retroceso.