Hoy se define el rumbo del país para los próximos años, una gran responsabilidad eclipsada por el sectarismo dedicado a atacar a los contendores con descalificaciones e insultos. Para muchos, estas elecciones son otra oportunidad para protestar y manifestar el descontento por las deficiencias de una sociedad afectada de grandes desigualdades. No se reflexiona en lo que se debe hacer para superarlas.
Existen anhelos de los ciudadanos que los candidatos buscan satisfacer dentro de la democracia que, aunque es un sistema imperfecto según un pensador, es el menos malo. La política es el arte de alentar las esperanzas empleando diversas estrategias, y las más efectivas son las que ofrecen resolverlo todo en forma inmediata, y asignarle al Estado la exclusiva responsabilidad liberando a los habitantes de sus obligaciones. También son las más sospechosas porque ningún país ha alcanzado un nivel de desarrollo sin el esfuerzo común.
En su discurso de posesión, el Presidente Kennedy de Estados Unidos dijo que no pregunte qué puede hacer el Estado por usted, sino qué puede hacer usted por el Estado. Y el primer ministro británico, Winston Churchill, al asumir su cargo en plena guerra mundial dijo que sólo ofrecía sangre, sudor y lágrimas para poder superar la terrible ruina que padecía Inglaterra.
Durante los dos siglos de vida independiente Colombia ha padecido sangrientas confrontaciones desde la gesta de independencia y las guerras civiles del siglo XIX que la dejaron en completa ruina; la violencia que desataron los partidos políticos en la primera mitad del siglo XX que dejó miseria y doscientos mil muertos; y el embate del narcotráfico que introdujo la cultura de la criminalidad y el enriquecimiento ilícito.
Pese a estas enormes dificultades, Colombia ha avanzado en la cobertura de la salud para toda la población; erradicado el analfabetismo; ampliado la educación universitaria gratuita para los estratos menores; mejorado la red de carreteras; controlado la inflación; disminuido el desempleo y la informalidad y difundido ayudas para los habitantes más necesitados.
Ilusionar al ciudadano asegurando que todo se puede arreglar con un simple cambio de modelo económico, y que la corrupción que ha invadido a la sociedad se puede erradicar con dos o tres decretos presidenciales son promesas fantásticas.
Por supuesto, hay graves inequidades como el nivel de pobreza de 20 millones de colombianos; la desnutrición de miles de niños; el desarraigo de comunidades enteras; la falta de recursos para los agricultores; la falta de vivienda para los habitantes de las ciudades; la prepotencia de la delincuencia…
Pero, Colombia no cuenta con los grandes recursos que poseía Venezuela para erradicar estos males; ni la fortaleza de la economía de Chile; ni las riquezas exuberantes de Argentina. Nuestra economía es débil y, en consecuencia, el Estado lo es también. Por eso, si se adoptara un modelo como el de esos países, en menos de tres años estaríamos en la peor ruina
Para progresar se necesita una eficiente y austera administración pública nacional, regional y municipal; fortalecer las inversiones privadas que generan empleos e impuestos; la presencia estatal en los territorios apartados; el desarme de los espíritus y elegir a un gobernante que con sabiduría y rectitud procure el bien común.
ramirezperez2000@yahoo.com.mx
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