Esto es un recorderis a las esposas, a las novias, a las amantes, a las secretas, a las amigas, y a todas ellas en general. Primero, para que no pasen de agache. Y segundo, para que no se hagan las olvidadizas. El próximo 19 de marzo, es decir pasado mañana, se celebra el Día del Hombre. Sí, señora. Con mayúscula.
Están a tiempo para que vayan preparando la manera de hacernos sentir la figura más importante de la casa. Y no vamos a entrar en discusión, por favor. Que no salgan ahora con que ellas son las más importantes. Ya les celebramos el día, su día, el Día de la Mujer. Ahora les toca a ellas el agasajo.
Los varones somos sumisos y humildes como San José, nuestro santo patrono, cuya fiesta hoy estamos celebrando. El carpintero de Nazareth nos enseñó a comer callado, a agachar la cabeza, a no decir ni pío, a soportar con paciencia las adversidades, flaquezas y cantaletas de nuestra prójima (prójima, próxima, la que está al lado).
José era soltero, pero juicioso. En su barba y cabeza le asomaban algunas canas, por ser un poco mayor, pero el buen gusto no lo había perdido. “A buey viejo, pasto tierno”, se decía el dueño de la “Carpintería El Calvario” cuando veía pasar todos los días a una hermosa muchacha, la más bellas entre las bellas, llena de gracia como el Ave María, según el decir de Amado Nervo, con un cántaro hacia la fuente en busca de agua.
María, que así se llamaba la chica hermosa, era apenas una sardina, una pipiola, hija de Ana y Joaquín, que vivían unas cuadras más allá, cerca del templo. Estaba próxima a cumplir los quince y sin embargo, parecía una mujer madura, no era brincona como las otras muchachas de su edad, ni rabialegre, ni vivía en fiestas y parrandas. Y eso a José, el carpintero, lo tenía flechado. Una mañana, el hombre venció su timidez y le habló a la jovencita:
-Hola, María.
-Hola, don José.
-¿Le ayudo a llevar el agua?
-No, señor. No se moleste. Yo puedo sola.
-Es que yo quería preguntarle… ¿usted tiene novio?
-No, don José, mis papás no me dejan. Además yo soy muy joven.
-Mire, Marucha, usted es muy bonita y muy seria. Yo sería el hombre más feliz de Galilea si usted me aceptara…
-Don José ¡Qué está usted diciendo!
- Piénselo. Vea, yo tengo mi ebanistería (no dijo carpintería) y la puedo poner a nombre suyo. Nos casamos, comemos perdices y seremos felices.
María no le dijo ni sí, ni no. Era costumbre que las mujeres a los 15 ya debían buscar marido. Y José le gustaba por lo trabajador, pero ya estaba viejito. Podría buscarse uno de su edad, que la llevara al lago de Tiberíades, y a conocer Jerusalén. Pero había algo en don José, que la cautivaba. María no sabía que el Espíritu Santo ya los estaba juntando.
Siguieron hablando, se conocieron mejor y un día José les cayó a los viejos para pedirles la mano de la doncella. Joaquín y Ana no se opusieron. Eran los designios de Dios.
Ese hombre, juicioso, tierno, respetuoso y sencillo, es nuestro patrono. Por eso el sábado estaremos de fiesta. Por eso va este recorderis, como dije al comienzo. Vamos a ver con qué salen.
Precisamente este sábado, el escritor Orlando Cuéllar Castaño presenta su nuevo libro en la Biblioteca Julio Pérez Ferrero a las siete de la noche. Es parte de la celebración del día del Hombre. Estamos todos invitados.
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