El Decreto 0325 del 25 de febrero de 2015 del Ministerio de Educación Nacional estableció el día de la Excelencia (Día E) en todas las instituciones educativos de los niveles básico (primaria y secundaria) y medio, con el fin de reflexionar acerca de los avances en materia de calidad de educación. El Ministerio recoge los resultados mediante dos herramientas metodológicas de análisis de calidad: El Índice Sintético de Calidad Educativa (ISCE) y el Mejoramiento Mínimo Anual (MMA). En estos dos, básicamente, se miden los avances en las Pruebas Saber y la capacidad mínima que tiene el instituto o colegio de mejorar, con respecto al año anterior.
Sin embargo, la realidad es que estas fórmulas mágicas del MEN no aciertan, no miden lo que necesitan medir y no prestan atención a cuestiones esenciales que podrían fortalecer la calidad de la educación.
En la jornada participaron diecinueve mil colegios, los cuales desarrollaron actividades didácticas y manuales, pero en las que nunca se mencionaron aspectos vitales que inciden en la calidad de la educación, como las condiciones laborales de los maestros y administrativos que trabajan en los colegios. En la mayoría de instituciones educativas del país hay problemas como el recargo de trabajo por falta de personal, las condiciones de trabajo, la asignación de funciones por necesidad de servicio y no por perfil profesional, la falta de programas de bienestar laboral, entre otros, los cuales deberían hacer parte de la discusión si se quiere hablar de calidad.
Según los índices del Gobierno Nacional, la calidad de enseñanza del país es de 5,68, sobre 10, es decir, esa materia está perdida y toca repetirla. Gina Parody dice que está contenta porque el país avanzó, así sea poco. El aumento del ISCE en primaria, secundaria y media no va más allá de los cuarenta puntos por unidad, es decir, en algunos casos se pasó de 5,15 a 5,40; y al Ministerio le parece mucho.
Lo cierto es que la ruta hacia la calidad de la que habla el Ministerio de Educación tiene varios componentes que no son tenidos en cuenta dentro de la metodología usada para medir la calidad y son: alimentación, transporte, seguridad, atención psicológica y acompañamiento ante los conflictos que viven los estudiantes dentro y fuera de las aulas.
Es por esto que el Día E no sólo debe ser un día para recalcar y felicitar la excelencia educativa, también debe serlo para generar estrategias que realmente estimulen a los niños y adolescentes a ir a clases y a avanzar por medio de la educación.
El Día E también debe ser para abordar las problemáticas concretas de las instituciones educativas y proponer soluciones ante las mismas, no para regalar tabletas y computadores al colegio que arme bien el rompecabezas o la frase, porque la calidad no se mide en cuántos aparatos electrónicos hay en un aula, sino en cuántos niños pueden apropiarse de estas herramientas tecnológicas para afianzar sus conocimientos.
En el Día E debe haber estímulos, claro está, pero no la clase de estímulos similares a los de los políticos en campaña, populistas y reduccionistas, sino estímulos para ir a estudiar, porque si somos sinceros, hay todo un mercado de caminos con menos peldaños y menos esfuerzo mental para salir adelante; la mayoría de ellos ilegales e indignos, pero para muchos niños y adolescentes, que valen la pena por salir de una situación difícil en su hogar.
Ese es el reto de la educación, cambiar el pensamiento colectivo. La formación de personas capaces e íntegras dignifica al individuo. Los estímulos tienen que apuntar a transformar la vida de los alumnos: alimentación, transporte, complementos deportivos y artísticos; todo esto, para lograr dignificar la vida de un infante que ha sido víctima del conflicto armado, o de violencia sexual e intrafamiliar en casa...todo, para lograr que un niño al que en su casa solo le dan agua de panela y pan tenga motivos para salir con esa poca energía nutricional a buscar los libros y el conocimiento.
Es por esto que el PAE, Ser Pilo Paga, El Día E, Todos a Aprender y muchas otras iniciativas y programas del MEN van mal, porque no se están dando cuenta de que los indicadores que miden no muestran nada y de que el vínculo de la educación colombiana con el mercado laboral es débil e insuficiente. Si todos estos programas se dieran cuenta de lo esencial, dejarían a un lado tantos cálculos inútiles y podrían encontrar una verdadera ruta hacia la calidad.