Durante estos primeros meses de mandato del nuevo Gobierno en Colombia, mucho se ha dicho sobre los cambios políticos, económicos y sociales, pero en el fondo existe uno del que muchos temen, se pueda presentar en una nación donde siempre ha predominado la ley y el orden de las instituciones.
Lo único cierto es que los países que han tenido la osadía de tocar sus cartas magnas han terminado en un mal ensayo. El ejemplo más reciente es el experimento de la nueva carta política de los hermanos chilenos, que según van las cosas, buscando salir de las sombras de la dictadura se aventuraron a cambiar su orden preestablecido y este país que encabezaba las listas de desarrollo económico, industrial y educativo comenzó a tener problemas.
Sería conveniente tener claro ¿qué es una Constitución? La podríamos definir como la llamada “Carta magna o carta fundamental”. Es la ley máxima y suprema de un país o Estado. En ella se especifican los principales derechos y deberes de sus participantes y se define la estructura y organización del Estado. El fin de la Constitución es crear el soporte jurídico de la nación y sostener la concepción que el pueblo tiene de sí mismo, de su sociedad y de su cultura, así como de su forma de gobierno, régimen e instituciones.”
En Colombia hemos tenido muchas de ellas de todos los tipos; centralistas, federalistas, multipolíticas y todas nacientes en diversas coyunturas históricas que marcaron el destino de los gobernados: el soberano pueblo.
El año pasado cuando dirigí la parte académica y filosófica de la conmemoración del Bicentenario de la Constitución del 6 de octubre de 1821, firmada en la Villa del Rosario de Cúcuta, y con la inmensa fortuna de tener la custodia de los documentos originales de cada una de estas constituciones, quise rendirle homenaje y salieron 200 años por una única vez al público en una exposición realizada precisamente frente a la hoy famosa espada de Bolívar en la Casa de Nariño.
Allí los colombianos pudieron observar de primera mano las diferentes perspectivas que surgieron a raíz de la separación de las provincias de tierra firme de los territorios ibéricos; se puede ver cómo surgen unas disposiciones que hoy se conocen como “las constituciones provinciales”, que se juraron entre 1811 y 1815, y que fueron: La Constitución de Cundinamarca, sancionada el 30 de marzo de 1811, la cual fue reformada por el serenísimo colegio revisor y electoral del 17 de abril de 1812; la Constitución del Estado de Antioquia, sancionada el 3 de mayo de 1812; la Constitución Política del Estado de Cartagena de Indias, sancionada en 14 de julio de 1812; las constituciones provinciales de Antioquia, Neiva y Mariquita, sancionada en 1815.
Estas constituciones eran más bien un continuismo de las ideas fernandinas, lo que dio paso a que se llevara posteriormente la discusión en Angostura en 1819 y luego, la firma de la primera carta magna republicana, la Constitución de Villa del Rosario de Cúcuta, sancionada en 1821, dando paso así a la era republicana.
Las ocho cartas fundamentales del siglo XIX (1821, 1830, 1832, 1843, 1853, 1858, 1863 y 1886) son producto, en la mayoría de los casos, de las confrontaciones internas del país, lo que muestra la aparición y consolidación de esas clases emergentes tanto regionales como nacionales.
Hoy debemos revisar la historia y sus antecedentes con mucho cuidado, con amor y patriotismo, con capacidad de crítica y de aportes al país, dejando atrás los mesianismos y pensando en el futuro de nuestra amada Colombia. Debemos defender la democracia y nuestra carta magna de cualquier ataque que ponga en jaque la seguridad institucional.