Aunque se esperaban, las cifras de desempleo del DANE para el mes de abril son simplemente aterradoras.
Más de 5 millones de personas perdieron su empleo; en sólo dos meses se dobló la tasa de desempleo; el propio director de la entidad señala que son las peores desde 1988 y la situación en las 13 principales capitales del país comienza a ser de alto riesgo.
Una verdadera bomba social que nos puede estallar en las manos. La crisis del comercio, industria y el sector de la diversión es profunda y su recuperación no será rápida.
Por el contrario, con el panorama internacional, la caída en picada de la demanda y el cierre de miles de empresas y negocios, las cosas podrían empeorar.
Es cierto que el fenómeno es mundial y no tiene precedentes. Las predicciones de los organismos multilaterales sobre crecimiento de la pobreza y el hambre son francamente deprimentes.
El mundo entero retrocederá décadas en materia social y se perderán los esfuerzos que se hicieron para mejorar la calidad de vida, especialmente en los países en vías de desarrollo.
En el caso colombiano millones de compatriotas que lograron salir de la pobreza e ingresar a la clase media, regresarán a su situación anterior, en el mejor de los casos.
Las cifras del DANE demuestran además que tenían razón los expertos que desde distintos sectores políticos y de la academia, calificaron los medidas económicas del gobierno, como dirían los gringos, “too little, too late”.
En colombiano se traduciría como tacañas y demoradas. Se adoptaron muy tarde y han sido insuficientes.
Mientras en economías similares a la nuestra, como Chile o Perú, se invierte más del 10% del PIB para afrontar la crisis, en Colombia comenzamos con un tímido 2% y ahora se habla de un 5%, aunque hasta la fecha no es claro cuánto se ha invertido, cómo y en qué.
Es muy grande la distancia entre los anuncios presidenciales, la expedición de los decretos y su efectiva aplicación. Y esa lentitud e ineficacia es muy grave porque cada día que se pierde significa el cierre de miles de empresas y el despido de trabajadores.
El ejemplo de la demora en la financiación de las nóminas de las empresas es evidente y costó miles de empleos.
En el caso de Cúcuta y el Norte de Santander la crisis es aún más grave y muy tímida la reacción de las autoridades regionales hasta el momento.
Las cifras son las peores en décadas y eso que padecemos una crisis estructural desde hace años.
Llegamos al 23.9% de desempleo, y si consideramos que la informalidad es superior al 70%, se puede afirmar que sólo el 5% de los habitantes del área metropolitana de la ciudad tienen un empleo formal. Imaginen lo que esto implica desde el punto de vista social, cuando además el problema de la migración venezolana se mantiene y la crisis humanitaria del Catatumbo seguramente se agravará en los próximos meses.
Según el DANE tenemos ahora 93.000 personas desempleadas, el 47% más que hace un año. Es decir, 45.000 personas adicionales, que no tienen absolutamente nada que hacer en la frontera. El riesgo de un estallido social en la ciudad es gigantesco. Aunque no hay fórmulas mágicas para enfrentar esta situación, es urgente que los distintos sectores se movilicen antes que sea demasiado tarde.
Además, el cada vez más grave deterioro económico y social de Venezuela afecta fundamentalmente a Norte de Santander y hasta el momento no se ven propuestas concretas y realizables desde la región ante el gobierno nacional. En ese escenario el cierre de la frontera es una medida inconveniente que no cumple ningún propósito. No sirve para controlar la pandemia porque la gente sigue pasando por las trochas sin ningún control y, en cambio, sí afecta la economía formal de la ciudad y la incipiente reactivación que se vivió meses antes de la aparición de la pandemia.
Los datos son entonces peores de lo que se preveía a nivel nacional y en el caso de Cúcuta catastróficos. Si no reaccionamos con un agresivo Plan de Choque que requiere como nunca antes inversión cuantiosa y rápida del orden nacional, después será demasiado tarde.
Por el momento, que abran los puentes con controles estrictos. La gente de Cúcuta no puede seguir siendo víctima de la interminable pelea política de Bogotá y Caracas.