Fui un lector constante de la historia de la Segunda Guerra Mundial, en sus múltiples aspectos, debido a que para quienes vivimos nuestra primera juventud en la fase final de la guerra fría era necesario, para entender el mundo en que vivíamos. Eso duró hasta 1989 con la caída del muro de Berlín, momento a partir del cual solo leía cosas muy específicas de ese período. Con el fin de la Unión Soviética y su órbita de Europa Oriental, dos años después, que marcó en fin de socialismo de Estado colectivista por física quiebra económica. Con el ataque a las torres gemelas de Nueva York, que marcó un nuevo mundo geopolítico, ya dejé definitivamente de leer sobre la Segunda Guerra Mundial. Ya no se necesitaba para entender el mundo, antes por el contrario, se veía que estábamos en una transición para la que nadie se había preparado, que nadie entendía. Incluso los antiguos espías gringos añoraban esa época.
El mundo bilateral que surgió de la hecatombe mundial creó entidades como Naciones Unidas y sus agencias, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OTAN, la OEA, la Unión Europea, entre otras, que hoy muestran síntomas de agotamiento. Una generación después del fin de la Guerra Fría, todavía nos preguntamos porque esas instituciones muestran afectación crónica; somos lentos al cambio como sociedad. La respuesta es obvia, ya no responden a la realidad histórica mundial; esa realidad las superó. Entes nacidos de la ideologización que trajo el conflicto, no pueden responder a un mundo de regreso civilizacional que estamos viviendo, por un lado, y de hábitat básicamente urbano, que rompió los límites de recuperación de la naturaleza, por el otro.
Ese multilateralismo de posguerra debe desaparecer, y debe surgir un nuevo multilateralismo, que atienda la nueva realidad planetaria. Ya no se puede aceptar un multilateralismo tipo OEA, donde mini-islas estado tienen nivel de igualdad con potencias regionales, válido en un mundo momento de zonas de control geopolítico entre superpotencias, como barrera de entrada del otro modelo, pero que hoy no tienen ningún sentido geopolítico. Los nuevos entes multilaterales que estamos en mora de crear, deberán ser más de tipo más pragmático que ideológico. Esa es por ejemplo la visión de Donald Trump con su programa de “América Primero”, pues no habiendo amenazas de otra superpotencia, no tiene sentido que los gringos sigan pagando los riesgos de seguridad, particularmente de Europa, que además sufre otro tipo de amenazas de seguridad, más interna que externa: su juventud fundamentalista. La salida de Unasur de Colombia y otros países es sólo un acto de recapacitación para no pertenecer más a entes creados con la visió
n jurásica de la Guerra Fría. Necesitamos una unión continental latinoamericana para enfrentar el reto de la diáspora venezolana, la permeabilidad de las fronteras latinoamericanas, enfrentar el crimen internacional, y otros retos, que hoy enfrenta el subcontinente, no un ente anti-imperio.
Pertenecer a la Alianza del Pacifico, a la que no pertenece Estados Unidos le conviene a Colombia, pues es mirar al otro océano, que por siglos nos ha sobrado. Y si con los grandes poderes de hoy como Estados Unidos, China, Inglaterra, Alemania, India, nos sirven más los acuerdos bilaterales, debemos reforzar nuestra política exterior hacia ese objetivo, revisando, como dijo el presidente Duque, la forma de aprovechar los tratados de libre comercio ya firmados, que nos tienen con balanza comercial deficitaria. Es el momento de hacer lo que nos sirva, y abandonar ese regreso a las fuentes del “socialismo decimonónico pago” a que nos llevó el Nobel de Paz, y que a Colombia le significó un retroceso económico, institucional y político frente a lo que habíamos logrado, que era poco, y que no nos ha permitido meternos a discutir los grandes temas mundiales que hoy están sobre el tapete, como la nueva economía, el futuro de la democracia liberal, la nueva visión del desarrollo, el impacto de las nuevas tecnologías,
y tantos otros, a los cuales si acaso le dedicamos un titular anual, por estar discutiendo si el estado colectivista funciona, después de haber asistido a su derrumbe.
Para lograr un nuevo multilateralismo es una condición sine qua non conocer la historia y dejar atrás lo que ya quedó. Hoy vemos una profusión de libros de la Segunda Guerra Mundial, que solo muestran el miedo general a enfrentar un futuro desconocido.