Se fueron las luces, los artistas, las tarimas, los periodistas extranjeros, los presidentes, los senadores gringos y colombianos, los ministros.
Terminó la rumba y quedamos los cucuteños con el guayabo, con los problemas del vecino.
La ciudad volvió a la normalidad, a su realidad, que no es otra distinta a la de una capital que padece como propia la crisis de Venezuela con todas sus consecuencias de conflictividad social y política, pobreza, desempleo e informalidad.
Todos estamos de acuerdo con que Maduro se debe ir y lo más pronto posible y también compartimos la necesidad de que esa salida del dictador debe lograrse de una manera pacífica, tranquila y democrática, en la que evitemos la confrontación armada y la intervención extranjera, de las cuales las primeras víctimas seríamos los colombianos y dentro de ellos los cucuteños.
Pero mientras se logra esa salida a Venezuela, mientras Guaidó logra entrar nuevamente a su país y la presión económica y diplomática de la comunidad internacional produce los resultados que esperamos, Cúcuta profundiza su crisis y como bien lo anota el alcalde de la ciudad con carácter, no se percibe por parte del gobierno nacional una estrategia para enfrentar los problemas y aliviar la situación de nuestra gente.
Preocupan las últimas cifras de desempleo e informalidad, la ausencia de recursos nacionales para nuevos proyectos y el desinterés y desconocimiento del departamento que demuestran los distintos ministros.
Estuvieron todo un fin de semana de concierto, con gran despliegue publicitario y mediático, sin que hubiéramos conocido de una sola reunión con autoridades, gremios y clase dirigente para evaluar medidas de choque ante la gravedad de la situación.
El nuevo cierre de la frontera era una medida previsible ante la tensión evidente de las relaciones y la operación que se efectuó desde Cúcuta para presionar el ingreso de la ayuda humanitaria, que Maduro torpe e insensiblemente impidió.
Y ante ese cierre se requieren decisiones de gobierno para aliviar la crisis, como se tomaron en ocasiones anteriores en el 2015 y en el 2009.
Es urgente una sesión del gabinete ministerial en esta capital para hablar del futuro de Cúcuta y no de cómo sacar a Maduro.
Una reunión con la gente de Cúcuta, y no con figuras internacionales, con el fin de adoptar medidas concretas e inmediatas en materia de inversión pública, ayuda humanitaria y créditos y subsidios para la gente que contribuyan a aliviar la crisis, porque estamos de acuerdo que sólo se superará con un cambio democrático de régimen en Venezuela.
Hace cuatro años se aceleró la inversión pública en la región con más de 13.000 viviendas de interés social, planes de empleo temporal, créditos subsidiados de Bancoldex para los empresarios, subsidios al transporte para la industria del carbón, obras de infraestructura como el nuevo búnker de la Fiscalía, estaciones de policía, los puentes alrededor de la ciudad, el mejoramiento de la vía Cúcuta- Ocaña, el nuevo terminal aéreo y la aprobación del proyecto de las 4G Cúcuta- Pamplona- Bucaramanga, entre otras iniciativas. Todas estas concertadas y fruto del diálogo del gobierno nacional con la región y ayudaron, aunque resultaron insuficientes ante la magnitud de la crisis.
Hoy se empeora con el cierre de frontera y no se vislumbra hasta ahora un plan de choque con nuevas medidas. El comercio ya se empieza afectar con la interrupción del paso fronterizo pues los 25.000 venezolanos que en medio de su pobreza cruzaban el puente diariamente para comprar comida ya no llegaron esta semana. El giro de remesas desde el exterior a los venezolanos, que se lo gastaban en Cúcuta, comienza a disminuir significativamente por las mismas razones. Las nuevas inversiones tampoco llegarán a una zona de potencial conflicto internacional que es como nos miran hoy. Y más de 4.000 niños estudiantes pierden su jornada escolar. Mientras tanto, la tensión crece en los puentes internacionales y esas imágenes de encapuchados y refriegas que salen el mundo entero nos hacen un daño terrible para la inversión y el turismo porque además la inseguridad aumenta exponencialmente como consecuencia lógica de esta difícil situación.
En resumen, Cúcuta regresó a su realidad después de una semana “atípica”. Y necesita un nuevo plan de choque para afrontar esa dura realidad y aliviar un poco la difícil situación de nuestra gente que sufre a diario con el cierre de la frontera, que no sabemos hasta cuando se prolongará.