Presenciamos la campaña presidencial más sucia en la historia de los Estados Unidos, y gran parte de la mugre la puso la prensa que, en un espectáculo grotesco, atacó al presidente Trump sin ningún autocontrol.
De un plumazo, la gran prensa gringa como el New York Times, el Washington Post y el Wall Street Journal, junto a revistas “serias” de sus grupos editoriales como The Atlantic, Foreign Policy o The Economist, o cadenas de televisión como CBS y CNN, violando toda ética, y aun la estética de un periodismo serio, dieron rienda suelta a un ataque frontal contra Trump para lo cual no importó recurrir a información tergiversada, señalamientos injuriosos y mentiras descaradas, borrando de un plumazo décadas de prensa seria. Es lo mismo que le pasó a la revista Semana en el gobierno Santos, que la llevo a la quiebra económica y al desprestigio periodístico.
¿Porque se llegó a eso? Odios tan recalcitrantes y desvergonzados solo surgen de la afectación de grandes intereses. Igual pasa en Colombia con los ataques viscerales a Álvaro Uribe quien se enfrentó con los intereses de las narcoguerrillas y sus aliados políticos. Dos actores se me ocurren: primero, la gigantesca y espantosa burocracia interna de la política exterior gringa, que paradójicamente se fortaleció después de la caída de la Unión Soviética, y segundo, el poder combinado de la industria militar y los especuladores financieros; los primeros surgieron de la teoría del dominó, que convirtió a las fuerzas militares gringas en el policía mundial, y los segundos se han favorecido de una globalización incontrolada que permite el libre flujo de capitales parásito.
En Estados Unidos, a la burocracia de la política exterior la llaman “The Blob (La Mancha)”, que se comporta como “un club de una elite de ideas afines que controlan todo, se cuidan unos a otros, quienes alaban o desafían” a cualquiera que se les oponga. A su sombra viven académicos, tanques de pensamiento, “expertos” en política internacional, diplomáticos y miembros de organismos multilaterales a los que la estrategia de la guerra fría les ha producido enormes ventajas económicas y posición política y social. Ellos son los que escriben editoriales, análisis y columnas de opinión en la gran prensa, hoy propiedad de los grupos corporativos de especulación, tipo Soros, que ven una gran amenaza en la política aislacionista de Trump. Y el retiro de las tropas de Oriente Medio y la reducción de la participación en OTAN, amenaza a lo que en los años cincuenta, el presidente Eisenhower llamó al complejo militar-industrial, que tanta influencia tuvo en el gobierno de Bush hijo, con algunos de los suyos como Rumsfeld
y Cheney. Por eso, Bush hijo, a pesar de ser republicano, esté en su contra también. Trump llegó a cambiar eso y cometió una herejía, y por los fundamentalistas sabemos que se odia más al hereje que al infiel.
La elección gringa se dio como cualquier elección bananera, sin prontos resultados y acusaciones de fraudes. El cuarto poder se prostituyó, y si eso sucede en la gran potencia institucional, como será el futuro en institucionalidades débiles y fuertemente amenazadas como la colombiana. El daño ya está hecho, algo muy importante se rompió en el corazón de la democracia estadounidense, por lo que ya se ven los dientes de las hienas antiliberales listos atacar globalmente. Burocracias todopoderosas, complejo industrial-militar y especuladores financieros-prensa, son hoy en Estados Unidos el trípode más peligroso contra la gran democracia liberal.
Con Biden volverá el apoyo irrestricto a la burocracia multilateral, regresarán las tropas a Irak, Estados Unidos pagará el gasto europeo de seguridad y volverá la alegre globalización y la amistad con Cuba. Por eso había que quemar al hereje. Lo grave es que para América Latina eso significa más progresismo, y para el Asia y Australia, la urgencia de armarse más para protegerse de China, experta en “manejar” la globalización.