La muerte del dirigente liberal Horacio Serpa Uribe es una lamentable pérdida para Colombia, por todo cuanto él representó en la nación. Fue un líder excepcional por su conducta ceñida a la decencia en los actos de su vida. No tuvo complicidades con trampas ni maniobras encaminadas a indebidos aprovechamientos desde el poder.
Serpa asumió su protagonismo en el Partido Liberal con fidelidad a los principios de esa corriente ideológica. Principios con los cuales se busca la construcción de una sociedad donde predomine el derecho a la protección integral de la existencia humana. Es el liberalismo que representa la expresión de la libertad en su más amplia concepción de la dignidad, como rechazo a la imposición de condiciones negativas generalizadas.
Serpa también entendió la política en función del bien común, a través del Estado y el Gobierno, que deben ser canales de ejecución de proyectos enaltecedores. No son los negocios en el ámbito doméstico para el aprovechamiento particular sino causas de alcance colectivo, a fin de que irriguen el desarrollo social a través del trabajo y el conocimiento surtido desde la enseñanza con apertura sin barreras clasistas.
Con su conducta, con las enseñanzas de su ejercicio político, con los resultados de gestión en cargos de gobierno, con sus iniciativas legislativas en el Congreso, con sus saberes, Serpa configuró un legado que debe servirle no solamente a su partido sino a toda la nación como guía para su rumbo.
Le corresponde al Partido Liberal, a pesar de la crisis que lo afecta, tomar en cuenta ese legado de Horacio Serpa y divulgar su vida y su obra. No hay duda de su utilidad. También las universidades podrían disponer jornadas de estudio que dieran lugar al análisis y el debate de ese legado de Serpa. El Congreso que fue uno de los escenarios de Serpa debe contribuir. Le corresponde preservar el patrimonio de un colombiano que dejó luces que pueden alumbrar el camino que lleve al país a los niveles de satisfacción a los que se debe llegar para superar tantas desgracias acumuladas.
Puntada
No pueden tener la razón quienes piensan que defender la democracia, los derechos sociales, las libertades, el acuerdo de paz con las Farc, la justa remuneración laboral, la protección ambiental; oponerse a la discriminación, reconocer la unión de parejas del mismo sexo, abogar contra la corrupción en los círculos de poder; rechazar el asesinato de líderes sociales, defensores de derechos humanos y excombatientes de la guerrilla, así como el autoritarismo en el gobierno; oponerse a la aspersión de cultivos ilícitos con glifosato o reclamar pronta y cumplida justicia, despojada de discriminaciones o apoyar la igualdad social, es un pecado de izquierdistas indeseables y que por consiguiente estos deben llevar la marca del castrochavismo. ¿No es esa una sentencia propia de opresores?
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