Como un juego del que más dé, se han convertido los encuentros de los mandatarios de las dos primeras potencias del mundo. El pasado mes de abril el líder chino fue recibido por Donald Trump en su lujosa mansión de Mar-a -Lago en Florida, conocida como “La Casa Blanca de invierno” y como respuesta, a comienzos de esta semana XI Jinping le brindó al mandatario estadounidense el mejor de los recibimientos que se le ha dado a un jefe de Estado, con un recorrido poco habitual por sitios históricos.
Donald Trump y su esposa Melania fueron llevados en el Cadillac presidencial blindado, conocido como La Bestia, hasta La Ciudad Prohibida, antiguo palacio imperial de Pekín. Aunque pasó apuros al caminar por los adoquines con sus altos tacones aguja en el camino interior, la primera dama estadounidense llegó triunfante ante la admiración de los presentes, al Salón de los Tesoros, suerte con la que no corrió el fotógrafo de la comitiva, quien tropezó y se rompió las gafas y la cámara.
Según la leyenda, La Ciudad Prohibida es un monumento histórico de 720.000 metros cuadrados con 9.999 habitaciones, construido entre 1406 y 1420 con el trabajo de más de un millón de obreros y cien mil artesanos. Esta muestra de la exquisita arquitectura tradicional china, que albergó a 24 emperadores, cada día es visitada por decenas de miles de turistas.
Entre las sobresalientes atenciones al honorable huésped sobresale la de poder usar Twitter, pese a su bloqueo en este país, igual que Facebook, Instagram, YouTube y Google. Pero como no todo es perfecto, Trump no escapó de esta muralla virtual, pues durante 11 minutos su Twitter, que cuenta con 74.1 millones de seguidores, estuvo inactivo cuando un empleado de la red social lo desactivó aprovechando su último día de trabajo.
¿Tienen alguna explicación estas idas y venidas, entre abrazos y sonrisas, pese a que hace apenas un año en plena campaña presidencial Donald Trump no perdía oportunidad para culpar a China del robo de millones de empleos a los Estados Unidos? Además, siendo presidente anunció el retiro de su país del Acuerdo de París, por considerar que el cambio climático era una estrategia del país asiático para hacer menos competitivos los productos de Estados Unidos.
Al despedirse de su anfitrión el presidente Trump aclaró que no le reprocha nada a China, en cambio si le reprochó a las precedentes administraciones (estadounidenses) que permitieron que el déficit comercial incontrolable se formara y creciera. Como lección queda la estrategia del mandatario chino, Xi Jinping, quien con su actitud demostró que una imagen vale más que mil palabras. Quién lo iba a creer.