Nuestros vecinos, los venezolanos, se han convertido en aquello que nuestros padres siempre trataban de evitar para los niños: el mal ejemplo. Hasta hace unos pocos años los venezolanos nos producían envidia. Ahora sólo producen espanto. Ver el país más rico de Latinoamérica sin papel higiénico, sin comida, sin drogas, es absurdo. Antes producían envidia, cuando nos humillaban porque solo representábamos la pobreza, la necesidad. Recuerdo que a los hijos de la patria del libertador les decían en Miami ‘’deme dos’’, porque siempre compraban los objetos, hasta los más caros por parejas. Nosotros, humildemente, sólo éramos proveedores de empleados domésticos y de turistas deseosos de comprar allá todo lo que no se encontraba aquí. Ahora, el panorama ha cambiado.
El contraste entre los dos países llegaba al extremo de que un amigo, ya fallecido, confesaba que su deseo más grande era tener una empleada doméstica venezolana, indocumentada, para devolver las humillaciones de la época en que éramos los pobres. Hoy eso está ocurriendo: los papeles se han invertido y gracias al socialismo del siglo 21, con el que asustaron a los votantes de nuestro plebiscito, lo ocurrido allá tiene temblando a muchos de aquí. Ahora, para completar, los Sukhoy de Chávez acosan a un avión de Avianca. Deben justificar los altos sueldos de los militares, que tienen la llave de la democracia.
No somos el mejor ejemplo de riqueza. Pero no falta nada. Solo escasea el dinero porque comida hay mucha, sobra el papel y los estantes de los almacenes están llenos. No tenemos que pasar la frontera para comprar una libra de harina y no se ven colas en los puentes internacionales para ir a comprar allá. Es más barata la gasolina pero ese es otro caso. Sí, tenemos problemas, pero los estamos tratando de resolver a pesar de personaje de cuyo nombre no quiero acordarme, que quiere volver a la presidencia, cueste lo que cueste.
No hay país perfecto. Inclusive los Estados Unidos se encuentran en una encrucijada entre una dama poco carismática y un multimillonario acusado de acosador de féminas. Dios tenga de su mano al mundo si se impone el personaje que ha atraído el voto de los más ignorantes de ese gran país que produjo a Roosevelt y a Obama.
Como nadie se salva de las garras de la idiotez es suficiente mirar el caso de Alemania que cayó en las manos de un cabo que era regular pintor de cuadros y llevó al mundo a una catástrofe que produjo 60 millones de muertos. Aquí nos debatimos entre la guerra y la paz. ¡Y ganó la guerra!. Ahora se están buscando fórmulas para arreglar el entuerto y en mi humilde concepto, el presidente Juan Manuel Santos solo tiene dos caminos; convocar un nuevo plebiscito o rezar para que la Corte Constitucional derogue el absurdo fallo de las urnas, atendiendo demanda de los mismísimos uribistas.
No es fácil el camino que espera a Santos, quien logró lo que muchos no logramos: convertir en realidad su mayor sueño. El camino es difícil. ¿Pero quién dijo que los sueños son fáciles?