Amables Lectores: ¿Quién de nosotros no ha sufrido de miedo por la inseguridad aterradora que sufren nuestras ciudades o campos, originada por la guerrilla; las Bacrim; o los vulgares hampones que te pueden privar de la vida por robarte un simple calado?, ¿Cuántas veces sufrimos de miedo por el futuro de nuestros hijos, en un país donde no hay respeto por los demás y en el que solo anima el todo se puede, cuando de aprovechamiento personal se trata sin tener alguna consideración con el prójimo?.
El miedo es un sentimiento que experimentamos ante una amenaza real o imaginaria que permite al cuerpo prepararse para la huida o para la lucha mediante la liberación de una serie de sustancias que aumentan la frecuencia cardiaca y respiratoria ante alguna eventualidad que ponga en riesgo nuestra sobrevivencia. El miedo bien manejado permite ponernos a salvo ante un peligro inminente, pero si es mal manejado nos paraliza y nos expone a la muerte. Cada individuo es dueño de su propio miedo y del manejo que le de.
Las múltiples invasiones expansionistas practicadas por los mongoles, los persas, los romanos, Napoleón, Hitler hicieron usos de horrendos métodos criminales para infundir miedo en el pueblo invadido. Hoy el mundo tiene un miedo globalizado ante las amenazas terroristas del Estado Islámico o Daech como el ataque a las torres gemelas, a la estación de trenes de Atocha, los recientes ataques en Bélgica y París, las locuras frecuentes del sátrapa de Corea del Norte. Todo lo anterior nos lleva a pensar que nuestras vidas penden de un hilo.
Guardando las debidas proporciones, en nuestro país sucede algo similar. Cada día los colombianos despertamos ante un nuevo miedo ya sea a los reiterados ataques de la guerrilla que no paran de arrancar vidas, volar oleoductos y contaminar ríos. Desde el inicio de los famosos diálogos de la Habana nos llenamos de miedo con las propuestas indecentes de las FARC que nos llevan a pensar con angustia cuál será nuestro futuro si el gobierno del presidente Santos cede a las presiones en busca de trascendencia. En su afán protagonista, el doctor Santos no solo dejó descarrilar las 4 locomotoras del desarrollo económico del país sino al país entero. Con angustia vemos crecer las bandas de microtráfico, contrabando, trata de blancas, robo de vehículos, hampones callejeros que por obtener cualquier botín asesinan a padres en presencia de sus pequeños hijos.
Nos aterra la desbordada corrupción que brota por todas las grietas del Estado. Ya no es solo mermelada de dulce sabor para senadores sino ahora es un producto purulento que ha podrido a las 3 ramas del poder. Tenemos desde Reficares hasta carritos millonarios que como compañías trasportadoras de valores mueven fuertes sumas de dinero de la mafia coquera. Pero como decía algún comentarista deportivo “no se vayan que esto se pone bueno” vemos las mafias del PAE moviendo contratos multimillonarios para alimentar nuestros niños en las escuelas pero por el robo de estos recursos los pequeños sufren de gravísima desnutrición. Tenemos miedo del sistema electoral que facilita la compraventa de votos donde ganan las mayores tulas y que inclusive traerá a los reinsertados a estas posiciones. ¿Nos espera ser otra Venezuela?. La sociedad colombiana está atemorizada por la nueva reforma tributaria que se decretaría para balancear el hueco fiscal. ¿Se justifica sufrir de miedo por un manejo errático de la economía que producirá incapacidad para pagar estos escandalosos tributos y llegar a perder un patrimonio hecho con gran esfuerzo? Que lamentable es tener miedo para que unos deshonestos se enriquezcan con recursos oficiales utilizando sobrecostos en obra y adjudicaciones millonarias a dedo sabedores de que no existirá sanción.
El miedo es una mordaza pero también puede producir vientos de libertad y fuerza para luchar.