El 8 de noviembre de 1939 pudo haber sido el día que marcara la diferencia en la historia, de no ser por la indecisión de Adolf Hitler.
Aquel día se conmemoraba el décimo sexto aniversario del Putsch de la cervecería -o Putsch de Múnich-, en el cual el joven Hitler intentó (fallidamente un golpe de Estado).
Ese día, Johann Georg Elser iba a matar al Führer. Elser formuló un detallado y perfecto plan durante cinco meses, durante los cuales se dedicó a pensar paso a paso dónde y cómo colocar la bomba que habría evitado la Segunda Guerra Mundial.
Cada año, los simpatizantes y dirigentes del partido Nazi se reunían en una cervecería de Múnich, y recordaban el día en que casi se toman el poder. Hablaban, discutían, y por supuesto, Hitler ofrecía un discurso alusivo al tema. El discurso que daría el Führer fue el elemento de partida del plan de Elser.
Sus cálculos fueron que el dirigente alemán saldría a las 22.00 horas del recinto, por lo que el ataque debería ser antes.
El sistema de este exitoso y fracasado atentado fue limpio, sincronizado y sobre todo, clásico. Sin invenciones ni artefactos raros, sin improvisación y sobre todo sin invitados.
Digo que fue exitoso en el sentido en que la bomba explotó en el momento planeado, tuvo el impacto que el atacante deseó y no tuvo ninguna falla técnica.
Sin embargo, fue fracasada porque no alcanzó el objetivo que buscaba. Por el contrario, Hitler salió ileso y sin percatarse de que había alguien atentando contra su vida.
Por 13 minutos, el rumbo de la historia habría cambiado; ya que el estallido estaba programado para las 21.20 y el dirigente nazi se retiró del recinto pocos minutos después de las 21.00 horas.
Georg Elser, un campesino y carpintero alemán, no judío, se había rebelado contra el canciller alemán de una forma imprevista en la época.
Lo usual para los alemanes en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial era acatar lo que la autoridad de turno demandaba y no hacer frente ni objetar las doctrinas que de allí se emanaran. Pero Elser decidió desobedecer en este momento histórico, por lo que pagó las consecuencias: Cinco años de confinamiento en un campo de concentración y la ejecución el 9 de abril de 1945.
Elser, un joven nacido en la región de Saubia a principios del siglo XX no era un agitador político ni estaba comprometido con la causa humanitaria en Alemania (judía, negra, ni de cualquier otra índole), simplemente se dio cuenta de que el rearme de Alemania -que se inició a mediados de los años 30- significaba un futuro conflictivo y sangriento para su patria. Esto, aunado a las condiciones de los trabajadores bajo el gobierno nazi, lo convirtieron en un enemigo acérrimo del régimen. Luego de veinte años de la Primera Guerra Mundial, los alemanes tenían la preocupación de un enfrentamiento bélico venidero, y Elser vivía con esa angustia, que fue la que lo motivó a anticiparse y tomar una decisión radical.
A pesar de haber sido un joven sin estudio, un carpintero y un obrero mal pago; Elser fue antes que todo un hombre de acción política. Él sabía que si lograba su cometido podría evitar más muertes y podría cambiar el rumbo de su Nación; sin lugar a dudas, sabía que su proceder era político.
La decisión que tomó Elser determinó el tipo de acción política que habría de realizar, en razón de que si bien pudo haber tomado medios publicitarios y protestar para hacer notar su inconformidad con el gobierno nazi y con sus planes de entrar en otra guerra, prefirió exterminar la cúpula (política y militar) nacionalsocialista.
La acción política es una forma de elección interdependiente, puesto que la decisión de cada individuo depende de las decisiones de todos y aun entre rivales existen relaciones de dependencia. Además, la estrategia tiene una intencionalidad: hacer que el otro haga o deje de hacer algo. Russel Hardin habla de ella y concibe que existen tres estrategias para cada actor: la coordinación, la cooperación y el conflicto. Elser al enfrentarse al régimen, eligió el conflicto y casi evita un oscuro período de la humanidad; lo cual nos hace ver que ningún individuo es insignificante a la hora de hacer política.
Creo que en este caso se aplica una frase que escuché alguna vez: Una sola golondrina puede hacer verano.