Muy pocos lo creyeron: Colombia podía ser el país del aguacate, como lo ofreció el candidato presidencial de la izquierda, Gustavo Petro. Hasta caricaturas se hicieron sobre el tema, que se convirtió en el hazmerreír de las tertulias políticas y en tema de todos los caricaturistas. Nadie creyó que era serio el tema, pero ahora descubrimos, con sorpresa, que el presidente uribista, el inexperto Iván Duque, está sacando pecho para anunciarnos que vamos a iniciar nuevas exportaciones a China. ¿Y qué vamos a exportar? Pues aguacates.
En su viaje veintidós desde que se posesionó, hace menos de un año, el mandatario visitó la patria de Mao, convertida ahora en la segunda economía del mundo, y tras entrevistarse con los dirigentes del coloso asiático anunció con evidente orgullo, que Colombia iba a hacer importantes exportaciones, encabezadas, nada menos, que por los aguacates, a cambio de los cuales nos enviarán paneles solares y ochenta presos por narcotráfico, varios de los cuales están condenados a la pena de muerte.
Colombia no enviará artículos manufacturados, que los chinos producen por toneladas, sino que sólo podrá exportar hacia la China los frutos de la tierra: aguacates, bananos y petróleo. Nada de radios, automóviles, aviones u otros artículos fabricados por industrias nacionales, pues de esos producen toneladas los chinos, que tienen amenazada a la industria gringa, europea, asiática y africana. Ellos no necesitan nada distinto que alimentos, frutas y combustibles para mover millones de vehículos.
Los periodistas colombianos no han caído en la cuenta de que el país se está apartando de los deseos del presidente Donald Trump, que ha amenazado en varias oportunidades en bloquear a los chinos, que tienen inundados los mercados de toda clase de chécheres legales y falsificados: están produciendo hasta relojes famosos a precios ridículos, pues son copias y no originales. Un cronómetro chino vale la décima parte de uno suizo.
Un detalle en esta nueva etapa de las relaciones con China: durante muchos años famosa senadora, ya desaparecida, impidió que Colombia hiciera negocios con Pekín, pues era íntima amiga del gobierno de la isla rebelde de Formosa. Eso finalizó y el mandatario actual pudo hacer negocios con los herederos de Mao. Uno de los anuncios que me sorprendió, pues será difícil, es el establecimiento de vuelos directos con Pekín, que duran un día. Espero verlos pero será difícil. Más fácil será hacer guacamole con aguacate colombiano y sal china. GPT