Todos los días nos asustan las consecuencias del odio por razones políticas, religiosas, personales, amorosas o de xenofobia. Son reacciones animales, que conducen al crimen o a actitudes que pueden recibir respaldos pero concluyen de la misma manera: con la muerte de inocentes, que muchas veces son jóvenes estudiantes y en otras, fieles que asistían a su iglesia. Todas, expresión contra vidas ajenas.
El odio produjo en esta sufrida patria, no hace mucho tiempo, una ola de violencia que cobró la vida de trescientos mil compatriotas y ocasionó desplazamiento de miles de humildes gentes que abandonaron sus parcelas y las cenizas de sus antepasados, para engrosar los cordones de miseria en las grandes ciudades.
Hasta los medios de comunicación sufrieron las consecuencias: varios fueron atacados, destruidos, incendiados, como obvia reacción del enfrentamiento. Algunos desaparecieron, víctimas del enfrentamiento y otros afrontaron atentados terroristas y la muerte de sus directivos y columnistas. El odio no hizo distinciones entre azules y rojos, entre buenos y malos. Rodaron muchas cabezas.
Pero no aprendimos la lección. Algunos siguen insistiendo en sembrar la discordia. En el Congreso, en comisión de paz, joven senadora, descendiente de poeta y de expresidente, hizo algo prohibido: trató de ofender a algunos colegas con los que tiene diferencias, sin pensar que hay cosas que no se deben hacer. Era más importante conseguir los aplausos del respetable, como si se tratara de corrida de toros, y recibir los elogios de su mentor político y jefe de la bancada de extrema derecha. La dama con nombre del símbolo de la paz, no recordó que aquí se necesita poco para iniciar una guerra. Y que cualquiera puede convertirse en víctima.
La última expresión del odio ciego, que puede afectarnos cualquier día, ha tenido como escenario una tierra muy lejana: Nueva Zelanda, donde un chiflado, atacó dos mezquitas, transmitió su “proeza “por internet y asesinó a 50 personas, totalmente indefensas, por el pecado de ser mahometanas. Solo quería matar a quienes odiaba. Divulgó su crimen en un país donde no ocurría nada: quería mostrar su odio por los inmigrantes. Recibió el rechazo hasta del papa, pero logró su propósito, así le cueste una larga condena de cárcel: quería mostrar el odio, que no es ni será buen consejero. Algo que olvidan quienes sostienen que no ha habido una guerra civil sino “una amenaza terrorista”, manera de negar la verdad.
Aquí ha habido enfrentamientos desde la independencia, así lo quieran negar algunos personajes o unas damas que desean hacer méritos con su jefe político y mostrarse más duras que los hombres. Hay una pelea por el liderazgo en las filas del uribismo, un partido de derecha que acabó con el viejo conservatismo y logró, el año pasado, elegir presidente de la república y se prepara ahora para los comicios de concejos, asambleas, alcaldes y gobernadores, cuando mostrará si tiene futuro o fue flor de un día, como lo fue el nuñismo, fundado por el único presidente eterno. GPT