Según el informe de análisis del Banco de Colombia, la vivienda ha tenido una caída en las ventas del 39.4%, cifra que nos debe preocupar enormemente, si se tiene en cuenta que las estimaciones del propio ministerio del ramo indican que el déficit habitacional del país cuesta $197 billones y que para cumplir esa meta se necesitarían 123 años.
Ese mismo ministerio nos dice que en las ciudades el déficit habitacional abarca al 20.4% de los hogares, mientras que en las zonas rurales llega al 68.2%. Adicionalmente, se ha establecido que el 23,5% de los hogares, está dentro de lo que se denomina el déficit cualitativo, es decir, que poseen serias averías, inclusive estructurales, las cuales requieren una inversión, en donde debe estar presente la ayuda del Estado, pues la inmensa mayoría pertenecen a sectores de bajos recursos, sin posibilidad de acometer alguna inversión.
Muchas acciones entonces habrá que diseñar para impulsar este sector que representanta una enorme sensibilidad social, pues no solo se trata del techo de las familias, sino que su impulso representa la posibilidad de incrementar el empleo, sobre todo en aquellos sectores de mano de obra no calificada, que resultan ser los de mayor preocupación en el escenario social del país.
Y es necesario insistir, no solo en la alta disponibilidad de recursos públicos para atender este sector, sino en una política de crédito en donde sea posible una financiación accesible a las familias sin techo propio, que permita un panorama de bajas tasas de interés y de plazos significativos, que se traduzcan en unas cuotas de amortización posibles de asumir.
La vivienda resulta ser un factor determinante en la calidad de vida de las personas, lo que implica que no solo la deben tener, sino además que esta sea de buena calidad, de acuerdo con las condiciones de vida digna y sin riesgo.
Salir de la pobreza significa adquirir bienestar y condiciones de vida integras para la familia y el entorno social. Un país con estos déficits en vivienda, tiene que estar en capacidad de hacer enormes esfuerzos para superar las lamentables cifras, pues si bien el sector ha tenido impulsos significativos, los números nos demuestran que las acciones tienen que mejorarse sustancialmente.
Una acción bien dirigida, tiene que apuntar también a que las empresas, privadas y públicas, estén directamente comprometidas en el apoyo para la financiación de vivienda de sus empleados, pues de ese factor dependerá el bienestar esperado y también la repercusión en las condiciones de vida de los asociados, que seguramente se traducirá en una mayor productividad.