El fundador del M-19, Jaime Bateman, un costeño mamagallista, como Gabriel García Márquez, propuso, como programa de gobierno destinado a conseguir la unión de este absurdo país, algo que denominó ‘’el sancocho nacional’’ que en resumen era la unión de voluntades de todos los sectores para sacar a Colombia del hueco en que la colocaron quienes promovieron la violencia partidista en la década de los cuarenta, una desgracia de la que ahora, si Dios quiere, hemos empezado a salir.
Entiendo que el programa buscaba conseguir la convergencia de voluntades alrededor de una idea común, la unión nacional. El sancocho estaba integrado por toda clase de propuestas, como acaba de ocurrir alrededor de las ideas que se han presentado al presidente Juan Manuel Santos, para sacar al país de la parálisis en que lo metió el trio dinámico, los expresidentes Andrés Pastrana y Alvaro Uribe, quienes se odian pero ahora une la rivalidad con el actual mandatario, y el exprocurador Alejandro Ordoñez, quien sueña con dormir en el Palacio de Nariño, así para ello le toque arrodillársele a los odiados pastores protestantes, quienes lo acaban de bendecir.
Se ha comprobado una vez más que no hay nada que una más que el odio o el amor. Y en el momento que vive Colombia, la unidad la proporciona la animadversión hacia el mismo personaje, el presidente Juan Manuel Santos, contra quien los tres han dirigido sus armas y sus rencores. Hacía muchos años no se veía, hasta donde yo me acuerdo, una campaña oposicionista tan ardua. No ha habido arma que no se use para atacar al mandatario, incluyendo las redes sociales y los noticieros de televisión. Se llegó al extremo de derrotar el plebiscito que buscaba recuperar la paz.
Muy contados conocen el ajiaco o el piquete, la totalidad de las propuestas presentadas al presidente Santos, quien cometió el error de citar a sus enemigos para consultarles su opinión. Algo que no han hecho sus antecesores, quienes poco caso le hicieron a la oposición, que no contaba con tantos instrumentos para atacar como los tuvieron ahora. Si mi memoria no me falla, hubo épocas en que los editoriales y las notas de opinión eran sometidos a la implacable censura oficial, como me consta porque me tocaba llevar los artículos de mi padre para que los censores aprobaran lo que estaba de acuerdo con el pensamiento oficial. Algo muy distinto a la actualidad.
Espero conocer la totalidad del sancocho: la yuca pastranista, la papa uribista, el repollo ordoñista y los fríjoles de doña Marta Lucía Ramírez, a quien no se puede dejar hablar porque se sienta en la palabra. También quiero ver el ají de Armando Benedetti, personaje al que le arrastra la cola, y su rival, el valluno Roy Barreras, dos aspirantes a ocupar la vacante que dejaron Gina Parodi y Lucho Garzón en el corazón santista. Al plato también han aportado otros cocineros como Antonio Navarro y Juan Cristo, promotores del sí y de la reconciliación, y los pastores cristianos, quienes, según se dice, pusieron un millón de votos para derrotar el plebiscito. Quienes no se pellizcaron fueron los jerarcas católicos a los que si no se despiertan, les van a quitar todos los feligreses.