Al consultar una definición simple de lo que significa sentido común, se puede encontrar: son los conocimientos y las creencias compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos. Se trata de la capacidad natural de juzgar los acontecimientos y eventos de forma razonable. A esto queremos remitirnos cuando ocurren de manera reiterada situaciones que atentan contra las formas simples de hacer las cosas, si se hubiera acudido al sentido común cuando se diseñan y se ejecutan.
No hay cosa que más moleste a los conductores -de vehículos tanto particulares como de servicio público- que los trancones, bien sea que estos ocurran en las horas pico o lejos de ellas. No importa si son en la zona céntrica de la ciudad o la periferia. Estos provocan inconvenientes que afectan a todos quienes tengan que desplazarse por estos sitios donde el flujo vehicular se hace parsimonioso.
La ciudad no es tan grande como otras urbes, para padecer los inconvenientes de este tipo, pero lo que se observa en la cotidianidad de nuestra querida Cúcuta es que cada día hay más trancones, los cuales son producto del aumento en el parque automotor, por la poca consideración que tienen algunos con los demás y se estacionan en sitios no permitidos y en otras ocasiones son causados por accidentes.
Tal vez teniendo en cuenta esta circunstancia se han dado las administraciones municipales anteriores a intentar solucionar estos inconvenientes y ahí fue cuando surgieron las megaobras en forma de puentes. Los hay en la redoma de San Luis, el de la Gazapa, sobre la Diagonal Santander en el cruce con el canal Bogotá, la prolongación de la avenida cero y se construyen los de la redoma del indio y el sector de cuatro vientos.
Pero hay uno muy especial, el de San Rafael, el puente Benito Hernández sobre el rio Pamplonita que ampliado fue proyectado para unir con facilidad de desplazamiento a los sectores cercanos a esta obra. Del proyecto original se cambiaron los planos y cuando se entregó, la obra estaba inconclusa. La consecuencia de esta cascada de eventos es que los trancones en todos sentidos entrando y saliendo del puente son reiterados y a cualquier hora del día. Allí el sentido común quedó sepultado y los inconvenientes de desplazamiento son la constante y cada vez mayores para quienes tengan que movilizarse por el lugar.
Está distante el puente de San Rafael de ser una solución vial, es todo lo contrario, los trancones se multiplicaron y la avenida primera, la Libertadores, la vía que conduce al Pórtico, están de manera permanente complicadas y los paisanos se preguntan para que sirve este puente que costó una millonada y al que le hacen faltan obras complementarias que probablemente sirvan de paliativos a la crisis que se vive hoy en ese sector de la ciudad, por el cual es mejor no transitar para evitarse las incomodidades de un trancón donde todo el mundo quiere pasar primero; mientras aparecen el dinero que se requiere para completar esta obra que por ahora luce como si fuera peor el remedio que la enfermedad.
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