Por fin se supieron las verdaderas razones de la andanada de los formadores de opinión neoliberales contra las medidas que defienden el azúcar colombiano de la ultra protegida competencia extranjera, ataque que, como siempre, silencia los respaldos oficiales que reciben los productores foráneos en tanto descalifica de plano los nacionales.
Según Rudolf Hommes y Guillermo Perry, Colombia tiene que hacer parte del TPP (Trans-Pacific Partnership), otro TLC diseñado por Estados Unidos en su agresiva estrategia de dominación global.
Pero para hacerlo, explica Hommes, “se requiere desgravar el sector agropecuario y exponerlo a la competencia de naciones que son líderes en sectores como el azúcar, por ejemplo (…) otros sectores que se verían afectados serían la producción de oleaginosas y biocombustibles”.
Hommes explicó además que su artículo se inspiró en un documento que le entregó el gobierno, “que llega también implícitamente” a la conclusión de la necesidad de Colombia de ingresar a dicho acuerdo (http://bit.ly/1MljFDd), necesidad que por supuesto ni Hommes ni el gobierno demuestran y que despachan con las mismas simplezas que han esgrimido desde 1990, a pesar de que estas han sido refutadas una y otra vez por las grandes pérdidas provocadas por el libre comercio.
En el debate en el Senado sobre los sesgados ataques neoliberales a la protección de la agroindustria azucarera colombiana pudo demostrarse que Hommes no se equivoca cuando dice que él y el gobierno coinciden a favor del TPP.
En efecto, aunque en dos ocasiones la ministra de Comercio, Cecilia Álvarez, se negó a darle a este senador el informe que sí le entregó con facilidad a Hommes, a la postre le tocó hacerlo y de su lectura se concluye que el gobierno sí anda en el plan de inscribir a Colombia en el TPP (http://bit.ly/1IOJre9).
Y en sus respuestas confesó que en 2102 Santos intentó incluir al país en las negociaciones del Tratado, pero que allí no lo recibieron, lo que no quita que pueda terminar en él por adhesión, como en la OCDE, de regalado.
Por las fortalezas de los países que hacen parte del TPP y de los que ingresarán luego, Colombia no puede competir con Malasia e Indonesia en palma de aceite, con Nueva Zelanda en lácteos, con México y Australia en azúcar, con Tailandia en arroz y con Vietnam en café, país este último que también amenaza, dice el propio Ministerio de Comercio, “las confecciones y otras manufacturas livianas”, al igual que lo hace Japón con las industriales. Y el documento oficial menciona más “riesgos”, que en realidad son certezas de pérdidas, en propiedad intelectual, servicios, solución de controversias, libre flujo de capitales e industria automotriz.
Además de la viveza y mediocridad con la que los ministros intentaron negar en el debate lo que se cocina contra el agro, la industria y el país todo, fue notorio que ni uno solo de los senadores de los diferentes partidos que intervinimos les dio el pase a cambios en el Fepa y en el Sistema Andino de Franjas de Precios, SAFP, que lesionen la producción azucarera y panelera, actividades de las que, según el Dane, viven 2.5 millones de colombianos. La molestia oficial por esta notoria soledad política debió de influir en el matoneo de Gabriel Silva Luján y Cecilia Álvarez contra el presidente de la Andi, porque este dijo verdades conocidas sobre los grandes daños del libre comercio a la industria nacional. Ante la inocultable destrucción agraria e industrial que le han provocado a Colombia las orientaciones de Washington, la Casa de Nariño, lejos de corregir, se desespera y manda a callar.
Semana se declaró sorprendida porque yo, vocero del Polo en el Senado, defendí la producción azucarera y no hice de “verdugo” de sus empresarios. Pero lo que debe sorprender es que ignore que el Polo no propone acabar con la propiedad privada y que defiende todas las formas de producción, incluida la empresarial. Y que tampoco sepa que esa es mi posición de toda la vida, enfatizada desde cuando el libre comercio inició su obra destructora (http://bit.ly/1f7WKOd). Es más: los polistas saludamos la unidad de trabajadores y patrones en defensa de las empresas azucareras. Y se entiende fácil por qué. Ese sector -y el país- es como un gran barco en el que hay camarotes de diferentes categorías, con naturales diferencias entre sus pasajeros. Pero si se hunde el buque, como quieren algunos, se hundirán todos sus ocupantes.
*Colprensa | Jorge Robledo