Dentro de las definiciones que nos trae el diccionario de la Real Academia sobre el término chasco, encontramos que además de significar burla o engaño, también identifica la decepción que causa a veces un suceso contrario a lo que se esperaba.
Y eso es precisamente lo que sentimos los colombianos, frente a la decisión de suspender la operación del sistema de transporte Uber en Colombia.
Llevamos seis años en un tire y afloje, en donde lo único que se ha demostrado es que el sistema Uber es lo más eficiente que hemos podido tener en materia de transporte urbano, con una plataforma en donde no hay que mover dinero, se identifica el vehículo, conductor y teléfono de contacto, y además se puede seguir la ruta por el celular, situaciones que además de ofrecer toda clase de facilidades en el servicio, garantiza una seguridad total en la prestación del mismo.
¿Cómo no defender un beneficio ciudadano de semejante naturaleza? Y todo gracias a la creatividad, a la aplicación de las herramientas tecnológicas y a la procura de mejoramiento de un servicio público esencial.
Pero la decepción, como muchas cosas en este país, es que los intereses de uno pueden más que los demás, y entonces terminamos estrellados en medio de la frustración, al comprobar que las cosas aquí tienen todas las talanqueras posibles que impiden depurar, avanzar y ofrecer mejores alternativas.
En seis años no hemos podido afinar el proceso legal; todo ha sido complicación y se aduce la existencia de leyes que impiden la aplicación de un sistema moderno como este. Pero las preguntas son ¿no es posible en tanto tiempo, haber tramitado una ley que haya permitido destrabar las barreras y obviar los obstáculos? ¿Qué pasa con términos como emprendimiento, modernización y transformación?
Es increíble que no nos digan nada cifras como estas: 88.000 socios conductores y dos millones de usuarios registrados; 300 millones de viajes en el país desde 2013 y transformación total de la calidad y la seguridad del servicio.
La ministra de Transporte ha dicho “son mínimo tres leyes del Congreso para sacar eso y, obviamente, me hubiera gustado hacer todo al mismo tiempo, pero no tengo esa capacidad”.
La conclusión respecto al tema y a las declaraciones de la ministra, la dejo en manos de los lectores.
Lo que sí tenemos que tener muy presente, es que un país no puede marchar a esas velocidades propuestas, con un ánimo tan precario, porque el atraso siempre nos irá aplastando.