Las elecciones dentro de los regímenes políticos democráticos son el procedimiento periódico de elegir gobernantes y representantes a cuerpos colegiados. Por ello estos certámenes electorales, en las democracias liberales adquieren tanta relevancia, porque son también uno de los mecanismos para ‘medir’ el clima de opinión política y hacer real un presupuesto de estas modalidades democráticas, la alternación, aunque no siempre esto se haga realidad.
Se han venido realizando en estos últimos meses y continuaran, elecciones en diversos países de América Latina y los resultados son una muestran del panorama político regional, siendo las más relevantes las de Argentina para elegir parcialmente cuerpos colegiados –una especie de elecciones de mitaca- y las que ocurrirán en Chile para la elección de Presidente, Senadores y Diputados. Igualmente se realizaron las elecciones, cuestionadas por la mayoría de la opinión internacional, en Nicaragua y se llevaron a cabo este pasado domingo las elecciones para gobernantes regionales y locales en Venezuela, con una amplia veeduría de la ONU y la Unión Europea y la participación de las fuerzas opositoras al gobierno de Nicolás Maduro, lo que las convierte en una ‘prueba de fuego’ importante en la difícil situación política del país bolivariano.
En el caso argentino, el resultado fue menos negativo para el gobierno peronista de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner de lo pronosticado. Es verdad que la coalición peronista Frente de Todos perdió en términos globales frente a la coalición derechista Juntos por el Cambio –con resultados electorales diversos dependiendo de las provincias-, pero en general el gobierno peronista sigue teniendo margen de maniobra para esta segunda parte del gobierno, pero deberá construir acuerdos con fuerzas políticas independientes y opositoras, especialmente para el manejo de la política macroeconómica y en particular el tema de la deuda con el FMI. Todo indica que al gobierno de Fernández le ‘cobraron’ los electores el manejo errático y contradictorio de la pandemia, pero igualmente también incidió las históricas divisiones al interior del peronismo, que sin duda debe ser un frente de atención para las siguientes elecciones presidenciales.
En el caso chileno la expectativa es grande por saber realmente qué tanto va a modificarse el tradicional comportamiento electoral chileno –un tercio de derecha, un tercio de centro y un tercio de izquierda-, más allá de los recambios que puedan darse en los partidos o movimientos políticos. Recordemos que en Chile se inició desde 2019 una gran movilización de protesta, especialmente de los jóvenes, pero igualmente de sectores descontentos con lo que internacionalmente siempre se presentó como el ‘milagro económico chileno’. Esa protesta llevó a la convocatoria de una Convención Constitucional para elaborar una nueva constitución –que remplace la heredada del régimen de Pinochet-, que actualmente está sesionando, presidido por una indígena mapuche, lo que es de por sí significativo.
Para las elecciones del domingo 21 de noviembre, aparecieron siete candidatos para la primera vuelta presidencial, pero en principio el favoritismo para pasar a segunda vuelta parece estar en el candidato de izquierda Gabriel Boric –antiguo dirigente estudiantil-, de la coalición del Frente Amplio de la Izquierda, el Partido Comunista y los Verdes, y José Antonio Kast, candidato de la derecha extrema. Pero, no debe descartarse la candidata de centro, la democratacristiana y Senadora Yasna Provoste del Nuevo Pacto Social o ex Concertación por la Democracia, con una propuesta progresista basada en garantías de derechos sociales y reformas al sistema pensional, no solo por ser la única candidata mujer, sino teniendo en cuenta que en la segunda vuelta para elegir Gobernadores provinciales en semanas pasadas la democracia cristiana fue el partido que eligió más gobernadores, incluyendo el de la provincia de Santiago.