Ahora que se hará realidad, en el gobierno de Gustavo Petro, retomar las conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional (Eln), es importante partir de las enseñanzas que han dejado los intentos fallidos de conversaciones anteriores para no caer en la tentación ‘adanista’ de pensar que el mundo va a comenzar; con los gobiernos de Ernesto Samper (Preacuerdo del Palacio de Viana y Reunión de Puerta del Cielo), Andrés Pastrana (Reunión de Río Verde, Acuerdo fallido de hacer una zona de encuentro en el sur de Bolívar, Agenda de transición de La Habana), Álvaro Uribe (la fallida mediación mexicana, las rondas de conversaciones de la Habana y el Pre-Acuerdo Base), Juan Manuel Santos (agenda de conversaciones, rondas de Quito, encuentros de Tocancipá y rondas de La Habana).
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Uno, no sobra recordar que el Eln es la única guerrilla histórica que subsiste; su creación formal coincide con la de las FARC en el año 1964 en que adelantó lo que ellos denominan ‘la primera marcha guerrillera’, aunque en ambos casos sus antecedentes se remiten a años atrás. Esto debe tenerse en cuenta por cuanto no es realista pensar que una insurgencia de esta trayectoria va a concluir su larga lucha a cambio ‘de nada’.
Dos, los distintos gobiernos, los de Samper, Pastrana y Santos, siempre tuvieron al Eln como el ‘Plan B’, por si no funcionaban las cosas con lo considerado como el ‘Plan A’ que eran las Farc y eso fue un factor que no necesariamente ayudó al éxito de los intentos de conversaciones. Ahora no parece existir ese elemento, pero el gobierno Petro debería tener cuidado en que las conversaciones con el Eln no tengan su propia identidad y se ‘pierdan’ en las iniciativas de ‘Paz Completa o Paz Grande’. Estas conversaciones se pueden beneficiar de la iniciativa del Presidente Petro de diálogo nacional, construido a partir de diálogos regionales, pero sin perder la especificidad y significación de las mismas.
Tres, para el ELN siempre ha sido fundamental la participación social, con énfasis de los sectores subordinados y excluidos –esto fue lo que se expresó en la idea de Convención Nacional y posteriormente en la de la participación de la sociedad-; la perspectiva de diálogo nacional y diálogos regionales que ha planteado el Presidente Petro, es un ambiente potencial favorable, que bien articulado puede contribuir a este ejercicio de conversaciones con el Eln.
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Cuatro, el Eln es una insurgencia con particularidades organizativas –descentralización y autonomía operativa, pero una conducción política centralizada-, lo que a algunos les genera la sensación de una organización fragmentada, apreciación equivocada. Es muy importante la presencia de liderazgos históricos con legitimidad y capacidad cohesionadora; me refiero a Nicolás Rodríguez, ‘Gabino’, que si bien está formalmente retirado del mando por razones de salud, sigue siendo el referente histórico a consultar; Antonio García, hoy día su primer comandante y quien tiene la legitimidad para conducir la organización en un proceso tan complejo como el tránsito de las armas a la política –recordemos lo que significa en una insurgencia las armas como elemento referencial, lo que explica porque en el Congreso del Eln no se ha tomado la decisión de fondo en ese sentido, sólo autorizar ‘conversaciones exploratorias’- y Pablo Beltrán, un destacado líder y con una gran capacidad negociadora –guarda la memoria de todos los esfuerzos de conversaciones de esta insurgencia-. Esto es favorable para unas serias conversaciones a iniciar.
Cinco, el Eln ha venido construyendo la idea de la bilateralidad y si esto se cruza con la necesidad de que este tipo de conversaciones se hagan en medio de ceses de hostilidades, considero que la idea del presidente Petro de cese de fuego unilateral con reciprocidad desde el Estado sería viable para iniciar este complejo camino.
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