No tuvo el libro de don José Ingenieros, “El Hombre Mediocre”, la fama que merece. Y nos atrevemos a pensar que el título disuadió muchos lectores, temerosos de encontrar en esas páginas su propia biografía.
Es una lástima que ande lleno de mediocres este mundo. Pero es una tragedia que sean ellos los que manden. Lo sabemos de sobra en Colombia, acostumbrados como estamos a tanto mediocre que gobierna, como en los tiempos que corren. Pero que ese sea el destino de los Estados Unidos, por lo menos para los próximos cuatro años, después de ocho en que los gobernó un perfecto mediocre, representa una crisis para la humanidad. Mejor dicho, la condena a que no pueda superarse la crisis que nos mata, obra del señor Obama.
Las cartas se echaron, como la suerte de César pasando el Rubicón. La contienda electoral será entre la señora Clinton y el señor Trump. Dos de los más perfectos mediocres que intentaron gobernar este mundo.
Doña Hillary es resentida, vengativa, en nada escrupulosa y en nada particularmente brillante. Era hora de que le hubiéramos oído un gran discurso cargado de grandes ideas; un buen ensayo nacido de su pluma; una tesis saliente en el campo de las relaciones internacionales, que uno imaginaría el preferido suyo. Nada. Doña Hillary nos está debiendo una prueba de su talento. Siquiera una. Por el contrario, sabemos que se ocupó con delectación y sevicia en destruir las vidas de mujeres que se acercaron demasiado a su marido; que no supo distinguir, como debiera, entre las cosas que son suyas y las que pertenecen a todos. Y que su paso por la Secretaría de Estado fue el trasunto de los desastres de Obama en Política Internacional, por los que no se le han pasado las condignas cuentas de cobro. Ese día vendrá
En Donald Trump debió pensar Ingenieros cuando escribía su libro. Es un ricachón hábil en el mundo de conseguir dinero y con escasas ideas sobre cómo aprovecharlo en beneficio de los demás. No se sabe de Trump que sepa algo de alguna cosa. No ha tenido ocasión, en su dicharachera campaña, de citar un libro, un autor, un hecho que haya movido la Historia. Digámoslo sin ambages: es un perfecto ignorante.
Pero además de ignorante es arrogante, tal vez porque haya vivido siempre en un medio humano en que tener es la clave para ser. Y como tiene mucho, se siente gran cosa. De ahí su desprecio por los demás. Por los hispanos, por los inmigrantes, por los chinos, por los negros, por los coreanos, por todos los que no son americanos y por todos los americanos que no supieron hacerse ricos como él.
Llama poderosamente la atención que no tenga un hobby que lo entretenga y lo relaje. Salvo el de conseguir mujeres, que le parecerá el único digno de un hombre que tiene tanto. Es cosa de comprar y ese objeto se le antoja el más satisfactorio. No se sabe que tenga grandes amores. Apenas que lo rodean muchos odios.
No tiene experiencia en cosa de provecho. Salvo en el despreciable arte de ganar y atesorar, no invirtió su vida en asunto de importancia. Porque hasta ahora lo critican porque no fue nunca nada en la escena pública. Pues en la privada, tampoco.
Y el problema está en que quedaremos en cualquiera de esas manos. O en las de Hillary, para que siga haciendo lo que hizo de Secretaria de Estado, o en las de Trump para que se ensaye en la faena de administrar, teniendo por juguete experimental la suerte del mundo.