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¿Es el momento de Marta Lucía Ramírez?
Los enemigos del modelo antidemocráticos institucionales ya están alinderados.
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Viernes, 7 de Agosto de 2020

A riesgo de hacerme repetitivo, debo recalcar que el mayor problema de estructura política de este país es que el presidente concentra en su persona tantas designaciones que es imposible que una sola persona pueda con todo, como se ha visto históricamente en el país. 

Tiene el presidente de la república las dignidades de jefe de gobierno y de jefe de estado, es el comandante de las fuerzas militares y el responsable de la seguridad interna, es el guía de las relaciones internacionales y el líder de la política interna, es el primer magistrado de la nación y quien puede vetar leyes del Congreso, y hoy también, el principal “galeno” del país; es lo que los gringos llaman una presidencia imperial, y como lo muestra la historia casi todos los emperadores son objeto de intrigas, adulación, traición, ocultamiento de información y envidia, y son atacados porque es imposible ejercer bien todos esos cargos, más aún, si tiene una gigantesca burocracia experta en no hacer, sino en sobrevivir.

Tomando el ejemplo del régimen presidencial peruano, y con el antecedente del expresidente Vargas Lleras quien reunió bajo su manejo los ministerios relacionados con la infraestructura, sería oportuno ante la delicada situación política y económica que vive el país, que la vicepresidenta asumiera las funciones de jefe de gobierno, mientras que el presidente mantiene la condición de jefe de estado, quien una vez teniendo a alguien que maneje lo urgente, él se puede dedicar a lo importante. 

El jefe de estado con los departamentos administrativos reorientados a una verdadera conceptualización del largo plazo, empezando con Planeación Nacional, cada día más un ente de gobierno, podría crear una verdadera ruta para el país, en el que hay que cambiar muchas cosas; sería interesante ver a ese ente haciendo real planeación de largo plazo, y no verla jugando a capturar cada vez más funciones de gobierno. 

Temas como la descentralización, eje constitucional, deberían tener un desarrollo constante en el largo plazo.

La vicepresidenta en funciones de primer ministro, con su experiencia política, económica y en temas de seguridad, haría un excelente papel de jefe de gobierno en estos tiempos turbulentos, retomando el manejo de la agenda legislativa y recuperando la seguridad jurídica y del orden público hoy alterada no solo por una perdida conceptual de los cuerpos de seguridad y de las fuerzas militares, sino por una jurisprudencia cada vez más caótica y politizada, ejerciendo adecuadamente todo el poder del ejecutivo. 

Es momento de alineamientos; cuando el país arde no es hora de la tibieza centralista. 

Los enemigos del modelo antidemocráticos institucionales ya están alinderados, no solo en lo interno, sino en lo externo. El ejecutivo debe hacer lo propio. La vicepresidenta parece tener las condiciones para ayudar al presidente en la primera línea de combate, en estas horas tan delicadas para Colombia. 

El presidente Duque ha mostrado debilidades políticas por la inexperiencia con que llegó al cargo de presidente, pero tenemos la esperanza que tenga la grandeza de entender los riesgos que hoy vivimos, y que tome los correctivos que el país hoy requiere. Probar la separación del modelo de jefe de estado y jefe de gobierno permitirá no solo mostrar sus bondades, y conocer las debilidades a ajustar, sino que podrá lograr que este país, una vez llegue la nueva normalidad, tenga una hoja de ruta de largo plazo, atendiendo debida y oportunamente los riesgos del corto plazo, hoy tan delicados como el Covid 19. Nos amenaza el virus de la venezolanización, tanto más grave que el biológico, por su efecto destructor y duradero.

De las decisiones que tome Duque en este momento dependerá que la historia (no la del padre de Roux) lo reconozca como el reorientador de Colombia o como su sepulturero.

Noticula: Con la medida de aseguramiento contra Álvaro Uribe Vélez, las Cortes hizo que el país cruzara el umbral del no retorno. 

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