He oído a algunas personas que votaron por Petro decir que no les ha gustado la manera como hizo mayorías en el Congreso con los partidos tradicionales, a los cuales con razón acusaba de corruptos, lo que ratificaron dándole apoyo. Tampoco les ha gustado lo de subir la gasolina ni la reforma tributaria ni la inflación disparada ni la devaluación descontrolada impulsada por declaraciones del presidente. A otros les preocupa que la inseguridad urbana se disparó y la policía no actúa. Otros no entienden lo de la paz total con narcos o cómo funcionan los diálogos regionales.
Un asesor económico del expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton, tenía una frase en su escritorio que decía, "¡Es la economía, estúpido!", significando con ello que ese era un tema muy importante para jugar o improvisar con él.
A esos petristas sorprendidos y algunos ya arrepentidos, les debíamos decir: "¡Es Petro, estúpido!". Y Petro solo hace petradas. Con petradas quiero decir es que en el transcurso de su vida Gustavo Petro se ha distinguido por su locuacidad sin estructura, su megalomanía que no le facilita el diálogo pues quiere “apóstoles” no contradictores, su incapacidad de construir proyectos sólidos y de cumplir agendas y esos son los veniales. Los mortales son su radicalismo, su casi infinita capacidad de botar "proyectos" entre audaces y estúpidos y todos incoherentes sin un objetivo previamente fijado como no sea "cambiar todo", su diletancia ideológica, su capacidad de tergiversación, traición y perversidad. Por eso votaron, consciente o inconscientemente y eso tendremos.
Esperar que Petro se vaya a comportar como un estadista socialdemócrata es una muestra de estupidez. Petro es Petro y como tal se ha comportado. Y ha hecho desde el primer día lo que el tibio Duque no hizo. Primero, peluquear las fuerzas militares y de policía duquistas para “humanizar” las fuerzas de seguridad del estado, es decir, tenerlas amarradas. En cambio Duque prefirió dejar los santistas para que se adhirieran a su centrismo. Pues no, llegó Petro y los militares santistas pasaron orgullosos al frente. Petro hizo mayorías con un Congreso totalmente comprable y eso había debido hacer Duque para tratar de enderezar mucho del daño institucional del Nobel. Petro es Petro, Duque no era Uribe, ni era Santos, ni era de derecha ni era de izquierda; era un centrista que quería gustarles a todos y terminó con que todos lo querían fuera. Por esas ducadas, advertidas en su momento, ahora estamos asistiendo a las petradas, que no sabemos dónde nos va a llevar, aunque los oscuros primeros cien días ya dieron el tono.
Petro tal vez no sea Maduro, pero sin equivocarnos no es un demócrata en el sentido liberal del término y es un claro defensor del narcoestado que tanto atacó. Quienes votaron por Petro creyendo que no era Petro verán que ese error tendrá graves consecuencias. Hay una oportunidad muy pequeña de reorientar las cosas en las elecciones regionales del año entrante, pero es muy baja teniendo en cuenta que la clase política tradicional hoy es aliada de Petro. No hay que dudar que la plata que la izquierda irrigó de manera salvaje en las presidenciales no se repartirá en las regionales. Los diálogos regionales son los caballos de Troya de esas elecciones. En muchas ciudades liberales o conservadores “de siempre” estarán orgullosos de representar al pacto histórico; viejos neoliberales hoy son orgullosos mamertos, en lo que podemos llamar el síndrome Hommes. El síndrome se caracteriza por una necesidad incontenible de estar en el poder y para lograrlo se está dispuesto a cualquier incoherencia, inmoralidad y falta de ética. Por algo Hommes fue ministro de Cesar Gaviria.
Creer que Petro va a cambiar esa forma de hacer política es otra forma de estupidez; él no vino a cambiar el sistema, lo quería capturar y lo logró. Y sí, será peor que cualquier cosa anterior, ¡créalo estúpido!, excepto para Francia Márquez que está “viviendo sabroso”.
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