Colombia, de mano de la administración Petro empieza a recorrer el camino que otros ya recorrieron y que lleva al desmonte del estado democrático y a volverlo un estado "popular", que no tiene definición como no sea un líder que habla en conexión directa con el pueblo como cualquier “iluminado”. Es un camino fracasado que se ha seguido muchas veces en el mundo.
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La agenda izquierdista primero busca aliados en el "sistema". Eso lo lograron apoyando a Santos en su ambición ególatra y en el golpe de estado post-plebiscito. Samper fue ñapa. Después la agenda busca cooptar el poder judicial; Santos en ocho años lo hizo. "Comprar" el legislativo: siempre está en venta. La mermelada del Nobel logró "reenfocar hacia el progresismo" los medios de comunicación. Santos también logró capturar el ente electoral. Santos dejó un camino muy allanado para Petro, según el acuerdo estratégico. La alianza se dio por compartir objetivos comunes, pero funcionó porque Santos y Petro comparten la misma personalidad megalómana y ansia de reconocimiento. En Duque tuvieron un “idiota útil”, jugando al centrismo, incapaz de entender el peligroso juego.
Llegados al poder lo primero era neutralizar las fuerzas de seguridad del estado y liberar a los milicianos que habían puesto en jaque el débil gobierno de Duque. Buscaron el apropiado, un exmagistrado radical y "limpiaron" la oficialidad de no adeptos. Hoy esas fuerzas están inermes y ya está en camino la liberación de milicianos. Luego viene armar "combos" que le de poder bélico al líder, recomendación castrista histórica. Con Hitler se llamaban fuerzas de choque (SA), con Petro "gestores de paz" (GP), coincidencialmente las mismas siglas de Grupos Paraestatales. Cien mil de ellos es el número en que trabajan.
Ahora viene montar el control estatal sobre el mercado, retirando al sector privado de servicios públicos como los domiciliarios, la salud y pensiones, la educación y el sector bancario, volviendo al estado en empresario monopólico. Eliminar los entes reguladores quita el desarrollo objetivo de las reglas de juego estado-sector privado y pasa todo a la objetividad del “líder iluminado” quien hará control de precios. Basta ver Venezuela para saber cómo termina eso.
Todo eso viene en 2023. Para lograrlo como para las contiendas electorales necesitan una justificación. En elecciones el trompo de poner fue Uribe, pero ya gobernando eso no sirve, necesitan un nuevo lema y un nuevo culpable: el cambio climático. El anarco-ambientalismo es solo una justificación para montar el estado "popular".
Y ahí van: marchitando el sector petrolero, rompiendo el sistema de salud y pensiones, impulsando la "justicia restaurativa", es decir, oficializando la impunidad, redirigiendo la educación al poder popular y haciendo control de precios eliminando la funcionalidad de las Comisiones de Regulación. Para montar control de cambios solo faltaría “neutralizar” la Junta Directiva del Banco de la República para lo cual en su momento "convencerá a las mayorías parlamentarias" y buscará el apoyo de las Cortes "progresistas".
Pero en algún momento la izquierda necesitaran quitarse a sus aliados del “sistema”: el santo-samperismo, el gavirismo y demás ismos empresariales electorales que hoy apoyan el “Cambio”. Y esa es la importancia de las elecciones de octubre; consolidar el “Cambio” sin socios. Todo ello conllevará a una Asamblea Constituyente y una nueva constitución que “legalice” el poder popular. Es de cartilla.
Hemos visto esta película tres cuartos de siglo y el final es conocido: la diáspora. La creación de riqueza se soporta en la confianza. Confianza del ciudadano con el Estado, confianza entre ciudadanos, confianza en personas y entes sociales. El virus del Leviatán “progresista” de lucha de clases la destruye.
El remedio: vote bien, vote por la democracia y la libertad así sea tarde, y creemos unión social (no colectivos sociales ideologizados) desde los cuales podamos contrarrestar la guerra total del estado contra la ciudadanía. “Fe en el propósito del otro, esperanza en el futuro del otro y caridad hacia los defectos del otro”, dijo Churchill.
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