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Ese alacrán ya no pica
 ¿A qué es que le tenemos miedo? 
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Lunes, 20 de Julio de 2020

Trataré de explicar brevemente porqué digo que el bicho de marras ya no le hace daño a aquellos que en su momento creyeron que la fuerza de nuestra razón pudiera poner en riesgo la inversión de los cerca de medio billón de pesos en unas poderosas motobombas, que a diferencia de lo que se anuncia, nos condenarán por muchos años a depender de un agua domiciliaria no solo costosa y de oferta  fluctuante, sino que  cada vez y  con más frecuencia coincidirán de manera lamentable el pico de demanda ( riego, consumo domiciliario e industrial  y caudal ecológico) con los cada vez mas frecuentes periodos de estiaje o escasez. 

Creía yo, no obstante, que una vez asignados los recursos para tamaño despropósito pero con nuevo gobernador a bordo, los ‘espontáneos’ detractores del embalse Cínera depondrían sus armas y permitirían, que así fuera con 60 años de retraso, quienes suponemos otra cosa respecto a la competitividad y sostenibilidad ambiental de la región, pudiésemos avanzar en poder cosechar el agua que hoy y a pesar del maltrato, Santurbán todavía nos provee. Pocas veces la naturaleza se inspira tanto y a tan conveniente altura como en la angostura La Unión  que se forma en el cauce del río Zulia en la confluencia del Cerro del Águila (municipio de Santiago) y Loma Redonda (municipio de Durania). Ignorar la posibilidad de tener entre 600 y 1.500 millones de metros cúbicos de agua no solo a escasos 20 kilómetros del Parque Santander, sino de las 45.000 hectáreas de la   despensa más grande del departamento, resulta  cada vez más imperdonable.   

Pues bien, luego de superar el guayabo de las motobombas y ante la inminencia de su montaje, creí prudente no seguir llorando sobre la leche derramada y apostarle a generar el entusiasmo necesario para que se den las condiciones y encontremos una bolsa apropiada de recursos económicos y políticos que nos permitan revisar el Cínera que hoy está necesitando la región. Armado así y recordando el entusiasmo asumido en las  gestas llevadas a cabo en la Represa del Incora (agosto de 2.014) y Plaza de Banderas (septiembre de 2.015) asumí el compromiso que el gobernador me confió como representante del sector agropecuario en el  Consejo Territorial de Planeación. Primero allí y luego en las sesiones de la Asamblea Departamental que discutían el Plan Departamental de Desarrollo 2.020 – 2.024  planteamos la conveniencia de incluirlo como proyecto estratégico. A nuestra propuesta se sumaron voces de respaldo desde muy diferentes sectores de la opinión pública y hasta donde alcanza mi oído, de los señores diputados solo intervenciones de respaldo fueron escuchadas. Así las cosas, nada hacía pensar que nuestra justa solicitud no fuera tenida en cuenta, pero desafortunadamente los técnicos planificadores no lo consideraron así y nuevamente el proyecto queda excluido como tema prioritario. Tratando de averiguar la razón a tan absurdo olvido, solo me encuentro con un par de comentarios de personas autorizadas para opinar, quienes con mucho cariño y franqueza me dijeron: “Hoyos, lo que pasa es que el solo nombre Cínera está muy desgastado y tiene muchos enemigos, en consecuencia el proyecto va enmascaradamente incluido en el programa Mitigación y Adaptación al Cambio Climático”. ¿A ese grado hemos llegado? ¿Hay que mencionarlo solo subrepticiamente? Ojalá don Senén no nos esté oyendo. Yo por lo menos sentiría pena ajena. 

Por eso decía arriba; ¡Ese alacrán ya no pica! ¿A qué es que le tenemos miedo?   

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