Un grupo de congresistas gringos, demócratas todos ellos, mostraron su preocupación, en una carta, sobre la posibilidad de que regrese la guerra a Colombia y concluya el proceso de paz iniciado en el gobierno de Juan Manuel Santos y que le valió el Premio Nobel de Paz, distinción que no es posible comprar, como si se tratara de un vestido, según pésima versión de militantes del Centro Democrático, el partido fundado y sostenido por el expresidente Alvaro Uribe, el jefe de la extrema derecha.
El temor de que regrese la época en que nadie podía dormir tranquilo y cuando llegaban permanentemente las ambulancias con heridos al Hospital Militar, se convirtió en algo del pasado gracias a las gestiones del expresidente Santos, quien logró lo que parecía imposible: suscribir acuerdo, una especie de Tratado de Versalles, con la vieja guerrilla fundada por el mítico Tirofijo en las montañas y que casi logró poner en jaque a la institucionalidad.
La preocupación de los parlamentarios estadounidenses era compartida por muchos colombianos, que vieron con sorpresa como el presidente Iván Duque, orientado por su jefe, el expresidente Alvaro Uribe, trataba de desmantelar el acuerdo de paz mediante objeciones a varias de las disposiciones de la JEP, organismo fundado con la idea de llevar a la realidad los fundamentos del acuerdo que tantas vidas y dolor ha evitado.
El acuerdo, firmado en ceremonia celebrada en Cartagena, trató de ser saboteado por el presidente Duque, inexperto político que solo sigue las órdenes de su jefe y registra las peores cifras de aceptación popular de los últimos tiempos. El hecho produjo pesimismo y trajo a la memoria épocas que los colombianos quieren olvidar. Esto, sumado a la pésima gestión del gabinete y a la aparición de políticos torpes, como el presidente del Congreso, y varios integrantes del partido de gobierno, ha originado pesimismo no solo entre los colombianos sino entre los amigos del país y del acuerdo para acabar con la violencia, entre ellos los parlamentarios estadounidenses.
El presidente Duque se ha mostrado interesado en acuerdo que permita acabar con la polarización y la división entre las distintas colectividades, pero no parece posible que pueda lograrlo, pues dos de los jefes de la oposición indicaron que el apoyo a la paz es inamovible, lo que descarta de plano llegar a un pacto como el que creó, en el siglo pasado, el Frente Nacional, fundado precisamente para acabar con la violencia.
Lo que no está muy claro es el motivo por el cual la derecha no quiere la paz. Sus militantes se muestran partidarios de llegar a consensos, pero a la hora de concretarlos no dan un paso adelante sino que buscan toda clase de disculpas, tal vez porque consideran que dar el brazo a torcer se puede interpretar como signo de debilidad. Y eso es algo que ese sector político, desde los tiempos de Hitler, no se puede permitir, porque desaparece y pierde el apoyo popular. La paz es bandera de muchos y no hay posibilidad de que triunfen sus enemigos. Colombia se derechizó, pero es fenómeno pasajero: basta recordar el nazismo que iba a durar mil años. Y se acabó en doce. GPT